San José, Nuestra Señora y el Niño en la huída a Egipto. Fra Angelico |
No hay muchos datos biográficos sobre San José. Sabemos que era de la Casa Real de David; que fue virgen, casado con Nuestra Señora; que ambos permanecieron vírgenes después del matrimonio. Estuvo presente en el pesebre durante la Navidad. Viajó con el Divino Niño y Nuestra Señora a Egipto y regresó con ellos. Después, existe silencio sobre él.
¿Cuál es la belleza del silencio de las Sagradas Escrituras respecto a San José? ¿Qué faceta del espíritu de la Iglesia brilla en ese silencio?
San José fue el mayor santo, o uno de los mayores santos de la Iglesia, ya que algunos sostienen que San Juan Bautista o San Juan Evangelista sería el mayor santo. En cualquier caso, hay muy buenas razones para suponer que lo fue San José. Se esperaba encontrar una abundancia de datos biográficos edificantes acerca de un tan gran santo. Pero lo opuesto es cierto: las Escrituras y la Tradición dicen muy poco sobre él. ¿Cómo se explica esto?
En primer lugar, podemos observar que las Escrituras pocas veces hablan acerca de Nuestra Señora, quien es mucho más que San José. Ella es la obra maestra de la Creación, incomparable en relación a todas las demás. Una vez más: ¿Por qué las Escrituras tienen sólo unas pocas palabras sobre estas dos grandes figuras?
La razón tradicionalmente dada es que ambos eran humildes y escogieron estar fuera de la atención, de manera tal que Nuestro Señor recibiera todo honor y gloria. Es una buena razón, pero hay algo más.
Es algo que refleja muy bien el espíritu de la Iglesia Católica. Cualquier acción magnífica en la vida de ambos era eclipsada por el hecho de que Nuestra Señora era la Madre del Creador y San José el Padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo y Esposo de Nuestra Señora. Cualquier otra cosa que ellos hicieron desaparece comparada con eso.
Por ejemplo, consideremos estos dos hechos extraordinarios: la perplejidad de San José frente al embarazo de Nuestra Señora, y la acción de ella en la boda de Canaán, donde Ella pidió y obtuvo ese milagro de Nuestro Señor. San José tomó una posición muy noble. Nuestra Señora hizo algo notable. Pero, estos hechos quedan obnubilados cuando son comparados con la grandeza de ellos ser padre y madre de Dios.
Podemos analizar también el hecho de que San José fue elegido para ser el esposo de Nuestra Señora. En cuanto a Ella, Dios fue extremadamente cuidadoso. La respeta y la venera tanto que durante la Pasión, cuando Ella permitió que Nuestro Señor haya sido moralmente insultado y físicamente atormentado, Dios no permitió que nadie la tocara, ni siquiera con la punta de un dedo. Ahora bien, si Él quiere a Nuestra Señora de esta manera, tuvo un cuidado enorme al escogerle un espejo proporcional a Ella para constituir la familia perfecta.
San José y el lirio |
Pero, ¿Qué significa ser proporcional a Nuestra Señora? Sólo el título -esposo de Nuestra Señora- es algo que va más allá y más alto que cualquier cosa que San José hizo o podría haber hecho. Otra cuestión va en la misma línea: ¿Qué puede ser más admirable que ser el padre adoptivo de Dios? Nada puede ser comparado a eso.
Segundo, aquí hay algo aún más hermoso. La Divina Providencia permitió que el culto a San José así como a la Virgen se desarrollara. Estos cultos no estaban basados en una plétora de información, sino en la verdad teológica de que San José y Nuestra Señora eran el padre y la madre de Dios. Por lo tanto, ellos deberían ser grandes santos. Al actuar así, Dios dejó a los hombres imaginar el perfil moral de ambos basados en las fuentes de la Revelación.
Una vez que los católicos no practican el libre examen de las Escrituras, siguen la orientación del magisterio de la Iglesia y de los buenos teólogos. Al ocultar el relato detallado de las vidas de San José y de Nuestra Señora, Dios inspiró y alentó a la Iglesia a contemplar las múltiples facetas de esas vidas y a aprender de la Jerarquía. Esto es, Él quiere que los santos y doctores elaboren la doctrina a partir de los datos parsimoniosos que les dio, y quiere que el hombre destile de las Escrituras y de la Tradición la buena doctrina que escondió allí, como las abejas sacan la miel de las flores. Cuando alguien ve una flor, no se imagina el tan dulce néctar que puede ella contener. Lo mismo es cierto en lo que se refiere a las verdades de la Revelación, especialmente acerca de San José y de la Virgen.
Así, del silencio de las Escrituras en relación a San José y a Nuestra Señora, podemos deducir una indirecta aprobación de Dios al carácter jerárquico de la Iglesia Católica, pues quiso Él establecer, a respecto por ejemplo de Nuestra Señora y de San José, las bases de un culto con un razonamiento teológico.
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