En cierta ocasión el Padre Pellegrino le dijo al Santo Padre Pío: "Esta mañana Ud. le negó la absolución a una señora porque había abortado. ¿Por qué fue tan riguroso con esa pobre infeliz?"
El santo le respondió: "El día que la gente (…) pierda el horror al aborto, será un día terrible para la humanidad. (…) El aborto no es sólo un homicidio, sino también un suicidio. Y, para aquellos que están a punto de cometer un crimen u otro de un solo golpe, debemos tener el coraje de mostrarles nuestra Fe".
"¿Por qué lo de suicidio?", preguntó el padre Pellegrino.
Embargado por una de esas insólitas furias divinas, compensada por una dulzura y una bondad ilimitadas, el Padre Pío respondió: "Ud. comprendería este suicidio del género humano si, con el ojo de la razón, lograse ver la tierra quemada por un desierto al estar poblada de ancianos y despoblada de niños. Si reflexionara de ese modo, entendería la doble gravedad del aborto, el cual, también mutila la vida de los progenitores.
"A estos padres les esparciré las cenizas de sus fetos destrozados, para mostrarles sus responsabilidades y negarles la posibilidad de apelar a su propia ignorancia. Un aborto inducido no puede tomarse con falsas consideraciones y con una lástima que no es legítima. Sería una hipocresía abominable. Esas cenizas deben ser arrojadas a la cara de sus padres asesinos. Si los dejo sintiéndose culpables, me sentiré involucrado en sus propias fechorías".
"Mire, –añadió– yo no soy un santo y tampoco me he sentido nunca cerca de la santidad, pero cuando digo palabras, tal vez un poco fuertes, pero justas y necesarias para quienes cometen este crimen, estoy seguro de haber obtenido la aprobación de Dios para mi rigor".
Luego, el padre Pellegrino objetó que, si no es posible eliminar las fijaciones obsesivas en la mente de quienes han abortado, sería inútil tratarlas con el rigor de la Iglesia. A esto el santo respondió: "Mi rigor, al defender la venida de los niños al mundo, es siempre un acto de fe y de esperanza.
***
Cierto día, en la sacristía, frente al confesionario en el que el Padre Pío atendía a los penitentes, un hombre llamado Mario Tentori esperaba su turno. Mientras examinaba su conciencia, escuchó al decir con muy fuerte voz: "¡Vete, animal, vete…!". Las palabras del santo iban dirigidas a un hombre que, recién arrodillado, salió del confesionario humillado, agitado y confundido.
Al día siguiente, Mario tomó el tren a Foggia para regresar a Milán. Se sentó en el compartimiento donde había un solo viajero que comenzó a observarlo y le expresó el deseo de entablar una conversación. Finalmente, el viajero le preguntó: "¿Estuviste ayer en San Giovanni Rotondo, en la sacristía, para confesarte con el Padre Pío?"
"¡Sí!" respondió Tentori.
El otro hombre prosiguió: "Fui yo a quien el Padre Pío llamó de 'animal'. ¿Te acuerdas?".
"Sí", dijo Mario.
El compañero de viaje continuó: "Tú y los demás que estaban cerca del confesionario tal vez no escucharon las palabras que motivaron al Padre Pío a echarme de esa forma. Ora, él me dijo: 'Vete, animal, vete, porque has abortado tres veces'. Él dijo '¡abortaste!', porque fui yo quien tomó la iniciativa para que a mi esposa le sean practicados ¡tres abortos!".
Y comenzó un llanto que expresaba –como él mismo confesó– el dolor, el deseo de no pecar y la firme determinación de regresar donde el Santo Padre Pío para recibir la absolución y cambiar de vida.
El rigor del santo había salvado la vida de un padre que, después de negar la vida de tres de sus hijos, corría el peligro de perder su propia alma por toda la eternidad, si el Padre Pío hubiera trivializado el horrendo pecado que cometió.
San Pío de Pietrelcina en el confesionario |
San Pío de Pietrelcina condenó el comunismo y defendió la propiedad privada y la moral
El Santo Padre Pío siempre decía palabras muy severas contra los seguidores de la diabólica ideología marxista:
El comunismo combate la propiedad, la moral y la autoridad legítima
"Los comunistas amenazan con la ruina de la sociedad y del país. […] Sus principios son insostenibles e inadmisibles, tanto a respecto del orden temporal, porque va contra el derecho de la propiedad privada, dejando como secuela una infinidad de males, como también a respecto del orden moral, pues va contra todos los principios de la sana moralidad y contra la legítima autoridad".
También condenó la "mano extendida" con el comunismo
Fue igualmente duro con los católicos –especialmente los sacerdotes– que argumentaban que el diálogo y la colaboración con los comunistas no sólo eran posibles, sino incluso obligatorios, para superar la pobreza material y construir un mundo más justo.
Particularmente importantes y proféticas son las palabras que pronunció en una amonestación pública a sus hijos espirituales en 1963:
La condena incluyó las doctrinas de la izquierda católica
"Debido a la injusticia rampante y al abuso de poder, hemos transigido con el materialismo ateo, negando los derechos de Dios. Este es el castigo anunciado en Fátima... Todos los sacerdotes que apoyan la posibilidad de un diálogo con los negadores de Dios y con los poderes luciféricos del mundo, ¡están locos, han perdido la fe, ya no creen en el Evangelio! Al hacerlo, traicionan la palabra de Dios, porque Cristo vino a traer a la tierra una alianza perpetua sólo para los hombres de buena voluntad, pero no se alió con los hombres sedientos de poder y dominio sobre sus hermanos... El rebaño se dispersa cuando los pastores se alían con los enemigos de la Verdad de Cristo. Todas las formas de poder que son sordas a la voluntad de la autoridad del corazón de Dios son lobos rapaces que renuevan la pasión de Cristo y hacen derramar lágrimas a Nuestra Señora…".
(Trechos extraídos da obra “Il Padre San Pio da Pietralcina, la missione di salvare le anime”, di P. Marcellino Iasenza Niro, Edizioni Padre Pio da Pietralcina, 2004)
Fuente:
Artículos extraídos de ipco.org.br y traducidos por nuestro blog
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