Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará




Nuestro Señor expulsando al demonio. Catedral de Pisa, Italia


LA CRUZADA EXORCÍSTICA DE UN CARMELITA CARLISTA CONTRA EL ESPIRITISMO EN EL SIGLO XIX

Una de las vidas místicas españolas del siglo XIX fue la de Francisco Palau y Quer, O.C.D.

Nacido en Aitona (Lérida) el año 1811. De 1828 a 1832 siguió los cursos de Filosofía y Teología en el Seminario de Lérida y allí descubrió sus dos grandes guías espirituales: las enseñanzas de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Su devoción a los dos más grandes místicos españoles lo encaminó a abrazar en 1833 la vida carmelitana y profesó en el Convento de Descalzos de San José de la Ciudad Condal con el nombre de fray Francisco de Jesús, María y José. Sufre la exclaustración y la persecución revolucionaria, incluso es encarcelado en las mazmorras de la Ciudadela. Cuando es liberado se refugia en una cueva próxima a Aitona, para llevar vida de ermitaño y ayuda al párroco. Predica mientras que los carlistas dominan el territorio, pero con la derrota de Berga el carmelita marcha al exilio con tantos otros carlistas, instalándose en Montauban (Francia) desde 1841 a 1851. Sus prédicas allí le granjean la envidia del clero local y en 1851 retorna a Barcelona, fundando la "Escuela de Virtud". En 1860 instituirá la congregación de Hermanos y Hermanas Carmelitas Terciarios en las Islas Baleares, el embrión de las Carmelitas Misioneras Teresianas.

A partir de 1864 el P. Palau siente un llamado especial a ejercer el exorcismo como ministerio eclesial y de su testimonio de entrega en favor de los más necesitados y marginados de su tiempo. Desde este lugar de Santa Cruz de Vallcarca – Els Penitents, acogió y ayudó a sanar y liberar a mucha gente que acudía a él con heridas abiertas. La pasión por la Iglesia le llevó a hacer presente la misericordia y la caridad hecha ternura y servicio a los más débiles y olvidados. Jesús deja muy claro lo que es curar enfermos y expulsar demonios: Mt. 11, 5; Lc. 7, 22; Mc. 1, 24; Mc. 1, 25 ; Lc. 8, 1-3; Mt. 12, 28 . El diablo existe y el propio Cristo exortizó y dejó este ministerio a su Iglesia.


El islote de Vedrá, en donde el Beato Palau hacía sus retiros espirituales.


Su celo apostólico responde a la demandas de la época: en sus días han surgido corrientes inquietantes de pensamiento herético. El materialismo y el espiritismo arrecian: positivismo comtiano, marxismo, darwinismo… Y el espiritismo sintetizado por Allan Kardec están arrasando en las elites científicas y en las masas ignorantes. Y el P. Palau no se refugia en una torre de marfil, sino que emprende el buen combate mediante todos los medios a su alcance. Funda así varios periódicos, entre los que figura "El Ermitaño", realizando así una ímproba tarea de apostolado escrito que no le resta tampoco tiempo para realizar uno de los quehaceres menos conocidos, pero tan propios de su ministerio: el exorcismo.

     Para el gran carmelita el exorcismo no era apenas un arma para aliviar casos personales, que no dejaban de ser, a propósito, tremendos e impactantes. Cada batalla con un demonio poseedor le significaba un episodio de la gran guerra que el demonio y sus secuaces emprenden contra Cristo, su Iglesia, las naciones cristianas y los fieles.

     El leviatán de doctrinas revolucionarias y convulsiones políticas, la progresiva descomposición moral, la vertiginosa desarticulación de la organización social con la irrupción de la maquinización y de las comunicaciones en el mundo, significaban para él una marcha incomprensible a no ser que se consideren los poderes del averno.

     El Beato concluyó que delante de las potencias espirituales maléficas nada mejor ni más imperioso y urgente que la Iglesia desplegase su arsenal espiritual, y que en especial, pasase a usar sistemáticamente el ministerio del Exorcistado, por lo que colocarlo en pie de guerra atrajo poderosamente su pensamiento y empeño, y para lo cual pidió la protección del gran profeta Elías, custodio del pendón del Carmelo, en las batallas que debía emprender contra los demonios y contra la revolución anti cristiana, pues sus vistas fueron más lejos: él discernía un fenómeno universal en el que las huestes infernales se esforzaban para subyugar los pueblos con un inmenso maleficio. Bajo sus efectos, la humanidad decaída se ha hecho pose de Satanás y de los ángeles rebeldes quienes la empujan a mayores pecados y desgracias que, a su vez, aceleran la misma Revolución, como en un círculo vicioso.

El mal estaba identificado: "El diablo rey es con el Gran Oriente ante la fracmasonería, aquello que es con Cristo Pío IX para toda la Iglesia: Pío IX es la cabeza invisible de la Iglesia, y Cristo cabeza invisible. El Gran Oriente es la cabeza invisible del imperio del mal, y el diablo rey es su cabeza invisible. No hay soberano en la tierra que no está iniciado en los secretos de la fracmasonería". ("El Ermitaño", 29 de junio de 1871). El P. Palau entiende que los males de la época encuentran su matriz en el satanismo.

Las apelaciones del P. Palau activaron las diligencias en los dicasterios vaticanos, toda una movida. Planteaba un ambicioso proyecto de crear y organizar una asociación de exorcistas con este específico apostolado. Veía la urgencia de abrir Hospitales y Centros de Acogida para poder atender a los posesos, energúmenos. El contenido del documento guarda semejanza en estilo, género y lenguaje con "Mis Relaciones con la Iglesia", con las preocupaciones ya expuestas sobre el Exorcistado. Da una relación detallada de los casos de personas atendidas y curadas. El utilizaba la oración y el Ritual Romano.

Su muy anhelada, compañía auténtica de sacerdotes exorcistas finalmente se vuelve realidad:

"Los espiritistas son un brazo de la fracmasonería. El espiritismo es el sacerdocio del paganismo moderno, y sus apóstoles hacen cosas muy prodigiosas. Entre otras tienen el poder de curación, no por la gracia, sino por poder comunicado por Behlezebud, príncipe de todos los demonios" (escribe en "El Ermitaño", 29 de junio de 1871).

Uno de sus discípulos sería el P. Joaquín Piñol. Piñol había levantado una casa de oración en el número 7 de la calle Mirallers, donde con un grupo de colaboradores practicaba exorcismos. Piñol ganó para la causa al más grande poeta catalán, el Padre Jacinto Verdaguer.

Pocos hombres en España supieron ante lo que se hallaban como el Beato Palau. Las discordias y los males del siglo XIX no eran cuestiones naturales, sino que tenían su raíz en el mismo origen del mal. La mística del P. Palau es combativa: sus conocimientos sobre esoterismo lo capacitaban para saber ante lo que se enfrentaba. Frente a la cómoda e ingenua percepción del mal que en su época empezaba a prevalecer, el bienaventurado tenía muy claro que había que armarse y dar la batalla (por invisible que ésta fuese) al demonio: "En virtud de esta fe que confesamos, hemos delatado y de nuevo delatamos ante el tribunal supremo de la Iglesia un cuerpo de doctrinas, que sostenido por hombres, por muchos títulos respetables, las defienden: las delatamos como erróneas, falsas, funestísimas al catolicismo, porque tienden a dejarle inerme en las batallas contra las potestades adversas en medio del campamento en una lucha de las más encarnizadas que haya habido:

"1. Dicen que ahora no hay demonios sobre la tierra, porque Cristo los encerró al infierno con su venida.

"2. Que no pueden entrar en los cuerpos humanos, no poseerlos.

"3. Que ahora no hay energúmenos; y si confiesan su existencia, pretenden demostrar que son casos tan raros que “parum pro nihilo reputatur”, estos niegan embarazadamente al Exorcistado materia suficiente.

"4. Que no hay maleficio, esto es, que un hombre no puede dañar a otro sirviéndose del arte diabólico. El Anticristo dañará no al individuo y la familia solamente, sino al orbe entero ¿y cómo? Con el poder, con el ministerio de Satanás in omni operatione Satanae in signus es portentis" ("El Ermitaño", 13 de abril de 1871).

Beato Francisco Palau y Quer, OCD


     Por ello, el bienaventurado juzgaba imperiosa una acción que envolviese la utilización sistemática y generalizada del ministerio del Exorcistado, que tiene poder inmediato y directo sobre los demonios, y cuyos efectos son infalibles: la prisión del diablo, la ruina de su imperio y el triunfo del catolicismo.

     Era su ideal que el ministerio exorcístico, anime a los sacerdotes a lanzarse en cruzada contra los demonios que infestan el mundo, pues sólo una potencia espiritual podrá prender al demonio y su prisión constituirá la libertad de las naciones. En su seguimiento de Nuestro Señor y adhiriendo siempre a la palabra evangélica en la que siempre encontró llamadas y respuestas, concibió y ejerció el Exorcistado como una misión eclesial.

     "La caída de los demonios en el infierno será la señal del triunfo de la Iglesia”, decía y acrecentaba: “es mandato para el apóstol seguidor de Jesús: daemones effugate, infirmos curate, y tiene fundamento en la Fe de la misión de Jesús y de su Iglesia. Crean en ese poder". 
Este tema despierta expectación, pero no se afronta en todo su alcance, el P. Palau dice que no se cree en él.

Se encontró con mucha gente herida que se lanzó a aliviar y liberar. El Obispo Pantaleón acogió la inquietud del P. Palau de viajar a Roma para presentar al Papa Pio IX el tema del exorcismo que tanto le preocupaba, lo hizo con el visto bueno de sus superiores. Entregó en el Vaticano cuatro cuadernos con estricto carácter reservado, escritos de su puño y letra con cuidada caligrafía y precedidos de una carta. Su nombre civil y religioso aparecía rubricado con: "Carmelita y Misionero Apostólico".

Dá toda una relación de testigos de hechos concretos. La documentación es expositiva aunque en un lenguaje altamente simbólico, enigmático, propio del género apocalíptico, profético y místico. Al Papa le llamó mucho la atención del personaje, y pidió informes sobre el Padre Palau a través del Secretario de la Congregación para Asuntos Extraordinarios Alessandro Franchi.

El Obispo de Barcelona Pantaleón Montserrat dio un positivo informe dejando en muy buen lugar al P. Palau, le califica de sacerdote bien preparado, inteligente, de buenas costumbres y moral irreprensible, excelente religioso y entregado predicador- misionero, ferviente exorcista, elevado como buen místico.

Alguna respuesta se dio por parte de Pio IX, pero no la anhelada clarificación a la solicitud del P. Palau sobre la práctica de los exorcismos. Ya iniciadas las pesquisas curiales, el 22 de enero de 1867 era expedido rescripto papal a favor de Francisco Palau con especiales facultades para la predicación y bendición del pueblo con concesión de indulgencia plenaria al fin de las misiones, también en la Capilla de la Virgen del Carmen de Santa Cruz de Vallcarca – Els Penitents, escenario concreto de los hechos extraordinarios descritos al Papa.

     Empeñoso en su cometido, viajó dos veces a Roma. En 1866 fue a exponer sus argumentos al Papa Pío IX a quién le pidió que movilizase 400.000 sacerdotes del Clero para expulsar la influencia de las potencias infernales que animan la revolución del mundo.

     En 1870 volvió a la Ciudad Eterna para distribuir un alegato impreso a favor de la renovación y movilización del Exorcistado a los obispos reunidos en el Concilio Vaticano I.

     En la ocasión, presentó verbalmente sus raciocinios a los padres conciliares de habla hispana. El asunto, sin embargo, no fue abordado dada la invasión militar de la Ciudad y la interrupción violenta de los trabajos conciliares.

Diario El Ermitaño, por él mismo fundado, se convirtió en una de las armas más eficaces del Beato Palau, para combatir a la Revolución anticristiana.


     Para el Beato Palau, el Ministerio del Exorcistado no fue un "sueño dorado", por lo contrario, se trató de una realidad motivada por su celo en defensa de la Iglesia, y del que San Elías fue su inspirador.

     Su ideal no llegó a realizarse, pues falleció en 1872 
fue beatificado por el 24 de abril de 1988, y los recursos ordinarios del Exorcistado no fueron puestos en acción del modo sistemático indispensable para encerrar el poder del demonio y de la Revolución como el bienaventurado deseaba. Sin embargo, anticipó "que Dios en su Providencia para salvar a su Iglesia de la voracidad del lobo infernal, extenderá su brazo omnipotente, le lanzará de dentro mismo del santuario con toda la incredulidad de los propios católicos".

     E
n 1881, pocos años después de su muerte, se desató en España una epidemia de posesiones diabólicas. Su epicentro fue Jaca, pero se extendió por todo el país. Y muchos pudieron entender cuánta razón asistía al santo varón para preconizar la lucha contra los poderes de las tinieblas (que, entre los racionalistas, había suscitado la sonrisa escéptica). Los hombres formados por el B. Palau prestaron un servicio colosal a detener el mal azuzado por la proliferación de cenáculos espiritistas.

     El 18 de mayo de 1890, el nuevo Papa, León XIII, promulgó el Exorcismus in Satanam et angelos apostaticos, cuyos contenidos — observa la Positio del proceso de beatificación del P. Palau — "encajan directamente con el pensamiento de Francisco Palau. No deja de sorprender la identidad de doctrina y hasta de lenguaje" (Cfr. Sacra Congregatio Pro Causis Sanctorum. Tarraconem. Canonizationis Servi Dei Francisci a Jesu Maria Joseph - Positio Super Virtutibus, Roma, Tipografia Guerra, 1985, vol. II, pp. 541-542.).

     El mismo Papa León XIII agregó al final de la Misa una oración a San Miguel Arcángel, que es un verdadero exorcismo.



FUENTES:
- Manuel Fernández Espinoza
- Francisca Ma. Escuius

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