Nuestro Señor amó a Jerusalén, la ciudad perfecta, la alegría del mundo entero. Sin embargo, justo antes de ser crucificado, al pasar cerca de sus muros, profetizó su destrucción, que se produciría como castigo por el deicidio.
Pasaron cuarenta años sin que se cumpliera esa profecía. Hasta que, en los años 70 de la era cristiana, la sordera del pueblo a los llamados y amonestaciones de Nuestro Señor fue castigada por el ejército de Tito, general romano, más tarde emperador, que invadió y destruyó Jerusalén, incluido el Templo, sin dejar piedra sobre piedra.
"Acercándose aún más, Jesús miró a Jerusalén, y lloró sobre ella, diciendo: «¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz! Pero son cosas que tus ojos no pueden ver todavía. Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te atacarán y te oprimirán por todos los lados. Te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo ni la visita de tu Dios.»"(Lucas 19:42-44).
El mundo no prestó atención a las advertencias de Fátima
¿No estamos ante un hecho análogo? De hecho, en el año 1917, Nuestra Señora prometió en Fátima un premio y un castigo. Dijo que terminaría la Primera Guerra Mundial, pero que en el reinado de Pío XI sobrevendría otra mucho peor: era la Segunda Guerra Mundial.
Afirmó también que si los hombres no cambiaban de vida, Rusia esparciría sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones, los buenos serían perseguidos y martirizados, el Santo Padre tendría mucho que sufrir, varias naciones serían aniquiladas, pero que, al final, su Inmaculado Corazón triunfaría y se concedería al mundo un tiempo de paz.
La condición para que dichos castigos no recaigan sobre la humanidad sería la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, el rezo del Rosario y la Comunión de reparación los cinco primeros sábados.
Como los hombres no hicieron caso a estas advertencias, el mundo vino decayendo moral y espiritualmente, llegando hoy a abismos nunca antes imaginados.
En Nueva Orleans (EEUU), nuevo apelo de la Madre de Dios
En julio de 1972, una de las imágenes peregrinas internacionales de Nuestra Señora de Fátima, esculpidas bajo la guía de sor Lucía, derramó lágrimas varias veces en la ciudad de Nueva Orleans, en Estados Unidos. Periódicos de todo el mundo destacaron el prodigio. Ver aquí el artículo completo sobre el tema.
Plinio Corrêa de Oliveira escribió en ese entonces, en el diario “Folha de S. Paulo”, un serio y bellísimo artículo titulado Lágrimas, milagroso aviso, en el que instaba a los lectores a prestar atención al Mensaje de Fátima, señalando también que Nuestra Señora es como una madre que, sin tener nada más que decirle a su hijo descarriado, se limitaba a llorar:
"El llanto misterioso nos muestra a la Virgen de Fátima llorando sobre el mundo contemporáneo, como Nuestro Señor lloró una vez sobre Jerusalén. Lágrimas de tierno cariño, lágrimas de profundo dolor, en anticipación del castigo que vendrá". (Folha de S. Paulo, 8-6-1972). Aquí, puede leer el artículo completo.
La justicia de Dios pide el castigo, pero, por los mismos designios misteriosos de Dios, la Santísima Virgen intercede por nosotros, suplicando misericordia, pero, ¿hasta cuándo podrá sostener el brazo de su Divino Hijo?
Por qué Occidente no escuchó el Mensaje de Fátima...
Transcurridos un poco más de cincuenta años de las apariciones de Fátima, pocos recordaban las trágicas y amenazantes palabras de su Mensaje.
Sin embargo, siempre bondadosa, Nuestra Señora eligió un país pequeño pero populoso con un glorioso pasado católico – Japón – para renovar los llamados contenidos en el Mensaje de Fátima.
Allí le reveló a Sor Agnes Katsuko Sasagawa, novicia del convento de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús presente en la Sagrada Eucaristía, algo que aún no había sido revelado al mundo y que se aproximaba a la tercera parte del secreto de Fátima.
Imagen de Nuestra Señora de Akita |
Había en dicho convento una imagen de la Santísima Virgen, tallada en madera por un artista japonés, inspirada en la advocación de Nuestra Señora de todos los Pueblos, venerada en Amsterdam, Holanda.
Esta imagen llegó a ser conocida como Nuestra Señora de Akita. En torno de ella se sucederían hechos místicos que pueden explicar los acontecimientos ocurridos en Japón (el tsunami en 2011, por ejemplo) y en el mundo.
Akita, guardiana de una nueva advertencia
El 3 de junio de 1624, Masakage, hijo del señor feudal de la región de Akita, hizo quemar vivos a 32 cristianos en esta ciudad.
Quizás el hecho de haber sido regado con la sangre de los mártires explica la predilección de Nuestra Señora por Akita, donde más tarde la Madre de Dios elegiría a Sor Inés para transmitir en Oriente un último llamado a la conversión, ya que en Occidente el Mensaje de Fátima no tuvo la debida aceptación.
De hecho, la conexión de Akita con Fátima es notoria. Hubo una primera aparición del ángel a sor Inés en 1969, paralela a la de 1917 a los tres pastorcitos.
El mensajero celestial también rezó con ella el Rosario y le enseñó la misma oración que con motivo de la segunda parte del secreto, Nuestra Señora había enseñado a las videntes de Cova da Iria:
"Cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: 'Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, sálvanos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas'".
Sin embargo, a diferencia de Fátima, Nuestra Señora no apareció físicamente en Akita.
En el período comprendido entre 1969 y 1982 (El significado de Akita, por John M. Haffert, 101 Foundation, Chronologic Order of the Events of Akita y las citas que le siguen), más allá de las apariciones de ángeles y los fenómenos místicos de la hermana Agnes, la presencia de la Santísima Virgen se sintió a través de una imagen que derramó lágrimas 101 veces, emanó sangre debido a un estigma en la mano derecha y transpiró un aceite agradablemente perfumado. Aquí, otros dos artículos sobre las lágrimas de la Santísima Virgen
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