Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará

 



El milagroso fresco de la Virgen que se encuentra en el pueblo de Genazzano, cerca de Roma

     A poca distancia de Roma, se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Buen Consejo “Mater Boni Concilii ad Genazzano” imagen que en el siglo XV se trasladó allí milagrosamente desde Scutari, Albania, huyendo de la invasión turca y en respuesta a una fervorosa oración de dos piadosos albaneses.

     Mucho antes de la venida de Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, a treinta millas de Roma, construyó un templo a Venus, la diosa pagana del amor, en cuyo honor celebraban grandes fiestas, especialmente el 25 de abril.

     En el siglo IV, el Papa San Marco (336 d.C.) ordenó construir una iglesia en una colina, no muy lejos de las ruinas del antiguo templo pagano. La iglesia, firme y fuerte pero pequeña y sencilla, fue dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo que allí fue honrada de manera especial en su fiesta instituida, precisamente, el mismo 25 de abril.

     Hacia la mitad del siglo XV, el templo, a cargo de la Orden de San Agustín, estaba en un estado deplorable y amenazaba con desmoronarse; sólo unos pocos, sin embargo, manifestaban interés en repararlo, posiblemente porque existían otras iglesias en el pueblo.

La Virgen María toma posesión de la iglesia

     Una viuda santa, Petruccia de Geneo, que amaba devotamente a la Virgen, se sintió inspirada a reconstruir la iglesia. Deseaba que fuera más grande y bella que la anterior y, confiando en Nuestra Señora, contrató a los constructores y compró los materiales. Pero al poco tiempo, por falta de recursos, el trabajo quedó interrumpido indefinidamente.


Los dos albaneses que cruzaron caminando sobre el mar Adriático siguiendo a la imagen

     Los dos albaneses siguieron la imagen, cruzaron caminando el mar Adriático y llegaron a Genazzano

     Los pobladores se burlaron de Petruccia, pero ella no desanimó. Por el contrario, recurrió a sacrificios y oraciones más fervorosas. Algún día, decía, “una gran Señora vendrá a tomar posesión de la iglesia”.

     Poco después, el 25 de abril de 1467, estando muchas personas congregadas en la plaza del mercado por ser día festivo, olvidadas de su Virgen Patrona, bailaban y cantaban en alegre bullicio. Fue entonces cuando alguien vio sobre el cielo azul una nube que bajaba lentamente. El asombro paralizó a todos.

     La nube se detuvo en un borde angosto de las paredes aún sin terminar de la iglesia de Petruccia. En su centro apareció una bellísima pintura de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Simultáneamente todas las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin ayuda humana.

     Nadie conocía la procedencia de la pintura ni la había visto antes. Llovieron gracias y ocurrieronumerosos milagros. Unos comenzaron a llamar a la imagen con el nombre de Nuestra Señora del Paraíso y otros como Nuestra Señora de los Milagros.

De Scutari a Genazzano

     Fue entonces cuando dos extranjeros procedentes de Scutari, Albania, llegaron a Genazzano buscando la milagrosa pintura de la Virgen.

     ¿Qué había sucedido? Cuando Scutari estaba a punto de caer en manos de los turcos, ambos pidieron consejo a la Virgen sobre qué hacer para mantener su fe católica en aquellas circunstancias. Esa noche vieron, asombrados, como la imagen se desprendía de la pared y elevándose por los cielos comenzaba a trasladarse lentamente hacia el oeste.



     La siguieron, cruzaron el mar Adriático y llegaron a Genazzano, donde decidieron quedarse a vivir cerca de su Señora, que también se había refugiado.

     El Santo Padre envió a dos obispos a examinar los extraordinarios acontecimientos y como resultado de las investigaciones quedó convencido de que la pintura era verdaderamente la de Nuestra Señora del Buen Consejo, venerada durante siglos en el pequeño pueblo de Scutari.

     La imagen “del espesor de una cáscara de huevo” había sido pintada sobre el yeso de la pared. Ninguna habilidad humana podría haberla arrancado sin romperla. Ninguna mano de hombre podría haberla traído a través del mar Adriático y colocarla en el borde angosto de la iglesia, sin sujetarla.

Una victoria de la confianza

     Naturalmente, la iglesia de Petruccia fue terminada hasta convertirse en una bella basílica. La pintura fue puesta en un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras preciosas. Más tarde, dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron colocadas en las cabezas de la Madre y el Niño.

     En los últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y muchos milagros han ocurrido en el santuario de Nuestra Señora, Madre Amorosa, que para todos es un tesoro de la gracia divina. Acudamos a ella con nuestros pequeños y grandes problemas. Confiemos en su guía. Ella es verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo

     La invocación Madre del Buen Consejo fue incluida por Pío IX en las letanías de la Virgen María.

     ¿Es la actualidad de esta devoción?

     Sin duda en nuestra época tan afligida y conturbada, son incontables las almas que necesitan, a éste o a aquel título, de un buen consejo. Nada mejor pueden hacer ellas que implorar el auxilio de Aquella que la Santa Iglesia en la Letanía lauretana, invoca como Mater Boni Consilii.

     Supremamente importantes son para cada uno los consejos necesarios para conocer los designios de Nuestra Señora a respecto de sí mismo – dentro de la tempestad de tinieblas del Siglo XXI –

     Nada pueden hacer ellas de mejor que implorar el auxilio de Aquella que la Santa Iglesia, en la letanía lauretana invoca como "Mater Boni Consilii".

     Sin embargo cumple ponderar que un consejo es de tanta mayor validez, cuanto mayor fuere la importancia del asunto sobre el cual versa.

La necesidad de un buen consejo…

     Por esto, supremamente importante son para cada uno los consejos necesarios para conocer a respecto de sí mismo -dentro de la tempestad de tinieblas del siglo XXI- los designios de Nuestra Señora y los medios aptos para realizarlos.

     Aquí hay un primer título para afirmar la particular actualidad de la devoción a Nuestra Señora de Genazzano, en este siglo que podrá pasar para la Historia como el siglo de la confusión.

     Inclusive, si ampliamos nuestros horizontes más allá de la esfera individual, y consideramos en una perspectiva histórica la crisis por la cual hoy pasa la Iglesia de Dios, no podremos dejar de ponderar que aún aquí la humanidad necesita como nunca de un buen consejo de la Virgen de las vírgenes.

…en medio de la actual la confusión

     Parecerá tal vez excesivo, para algunos lectores, que afirmemos ser éste el siglo más confuso de la Historia. Sin embargo, entre las múltiples pruebas que esta aseveración comporta, es necesario ponderar una, que por sí misma justifica nuestra afirmación.

     En efecto, sería difícil constatar que en algún tiempo la confusión haya sido mayor en los medios católicos de que en el nuestro.

     Por cierto, hubo épocas en que la Iglesia pareció afectada por una confusión más grave. Así, las crisis a lo largo de las cuales los antipapas dilaceraban el Cuerpo Místico de Cristo, o la lucha de las investiduras que dividió durante mucho tiempo el Occidente Cristiano, lanzando el Sacro Imperio contra el Papado. Pero estas crisis, o eran más de rivalidades personales que de principios, o ponían en juego sólo algunos principios, si bien que básicos, de la doctrina católica.

La libre circulación de los errores

     Actualmente, por lo contrario, no hay error, por más craso y rotundo, que no procure revestirse de un ropaje más o menos nuevo para obtener libre tránsito en los ambientes católicos. Se puede decir que asistimos en nuestro propio medio al desfile de todos los errores, farisaicamente disfrazados con piel de oveja, para solicitar la adhesión de católicos incautos, superficiales o poco devotos de nuestra Fe. Y, ante esa maniobra, ¡cuántas concesiones, cuántas falsas prudencias, cuánto criminal noviazgo con la herejía!

     En esta atmósfera que ya sugirió a Pablo VI algunas graves advertencias, la confusión es tan grande, que en no pocos ambientes los católicos observantes y celosos de la ortodoxia son mal vistos y sospechosos, mientras que la turbamulta de las víctimas de los errores disfrazados se conduce con la desenvoltura de quien fuese dueño de la casa.

     Trazado este cuadro, pensamos con afecto y con aprensión en las muchas almas sin mayores estudios religiosos.

     ¡Cuan necesario les es el buen consejo de Nuestra Señora, para vencer la confusión!

El Camino, la Verdad y la Vida

     La Iglesia puede decir, analógicamente, las palabras de Nuestro Señor; “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, (Juan, XIV, 6). Si en los ambientes católicos sopla la confusión, es inevitable que ésta se extienda a todos los otros dominios de la existencia. Y, en la Iglesia no puede haber confusión mayor que la de los principios.

     Es natural, pues, que afirmemos ser éste nuestro siglo, el siglo de la confusión, y que de nuestros labios suba una súplica para la Madre de Dios: "Nuestra Señora del Buen Consejo, rogad por nosotros, y ayudadnos a permanecer fieles al Camino, a la Verdad y a la Vida, en medio de tanto extravío, de tanta mentira y de tanta muerte".


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