Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará




Plínio Corrêa de Oliveira, Athleta Christi. 
Por Su Excia. Mons. Athanasius Schneider



     Plínio Corrêa de Oliveira vio la luz de este mundo el 13 de diciembre de 1908. Nació para dedicar toda su existencia a la defensa impertérrita de la Santa Iglesia. 

     Al cumplirse los ciento diecisiete años años de su nacimiento, compartimos con nuestros amigos, a modo de tributo, la homilía pronunciada por Su. Excia. Mons. Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de Astaná, Kazajistán, el 2 de octubre de este año, cuando celebró en Roma la Santa Misa en sufragio por su alma a los treinta años de su fallecimiento acaecido el 3 de octubre de 1995, en São Paulo, Brasil. 

     En el sermón, el prelado trazó un retrato luminoso del fundador de Tradición, Familia y Propiedad (TFP), presentándolo como un auténtico "athleta Christi", caballero de la Fe católica y ardiente apóstol de la Santísima Virgen.

***

     ¡Alabado sea Jesucristo!

     En la víspera del trigésimo aniversario del día en que el Dr. Plínio Corrêa de Oliveira concluyó su peregrinación aquí en la tierra, ofrecemos este sacrificio de la Santa Misa por el sufragio de su noble alma.

     ¿Cómo podemos caracterizar de manera sintética su vida? Las palabras “Dilexit Ecclesiam” (“Amó a la Iglesia”) podrían hacerlo, pues fue un vir catholicus, totus apostolicus, plene romanus (“hombre católico, totalmente apostólico y plenamente romano”), expresiones que él mismo eligió para definir su persona y su vida, y que hoy constituyen su epitafio.

     Decía el Dr. Plinio:

     “La cualidad que más aprecio en mí mismo es ser hijo de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana. Lo que más admiro en las personas es su coherencia en la Fe católica” [1].

     Notables y profundamente conmovedoras son también estas palabras del Dr. Plinio:

     “Quiero que el último acto de mi inteligencia sea un acto de fe en el papado. Que mi último acto de amor sea un acto de amor al papado. Porque así moriré en la paz de los elegidos, unido a María, mi Madre, y por medio de ella a Jesús, mi Dios, mi Rey y mi bondadosísimo Redentor” [2].

     Con el Dr. Plinio la Divina Providencia dio a su Iglesia militante, en [estos] tiempos sumamente difíciles, un ejemplo excepcional e intrépido que él, que nació en la ciudad puesta bajo el patrocinio del apóstol San Pablo (São Paulo, Brasil), al modo justamente de dicho apóstol combatió y corrió en la arena de este mundo como un verdadero "atleta de Cristo", un nuevo caballero del catolicismo.

     En el pasado, el título Athleta Christi fue concedido por los Papas a aquellos hombres que lideraron campañas militares en defensa del cristianismo. Plínio Corrêa de Oliveira dirigió una de las más significativas campañas espirituales en defensa del cristianismo en el siglo XX y, por eso, merece con toda justicia el título de Athleta Christi.

     Decía el Dr. Plinio:

     “Toda verdadera grandeza es un reflejo de la grandeza de Nuestro Señor. Fuera de Él no hay grandeza, sino sólo un reflejo de su grandeza. (…) Todo en mi mentalidad, en mi modo de ser, está presidido por la idea de lo sagrado" [3].

     Las generaciones de los primeros cristianos eran llamadas, significativamente, “el pueblo de los atletas de Cristo” [4]. Este athleta Christi del siglo XX reunía en sí el espíritu de la síntesis, rasgo distintivo del espíritu católico; es decir, la intransigencia y el rechazo de todo compromiso con el mal en cualquiera de las formas de la revolución contra Dios; la inflexibilidad y la militancia por la verdad y la realeza de Cristo; la aspiración hacia todo lo grande en el bien, en la verdad, en la belleza y en lo sagrado; unidas a la verdadera humildad, al espíritu de pequeñez y a la caridad sobrenatural. Bajo la armadura de hierro de un caballero se ocultaba un alma de niño, con un corazón inocente, un corazón amante de la madre. Primero amaba a su propia madre, que le transmitió la Fe católica; luego a la Santa Madre Iglesia y, sobre todo, a María, la Madre celestial.

     El Dr. Plínio, siendo desde joven miembro de la Tercera Orden del Carmen, vivió profundamente el espíritu del profeta Elías, espíritu de celo ardiente en la lucha por la gloria de Dios. Y fue un signo particular de la Divina Providencia el que el Dr. Plínio dejara definitivamente el campo de batalla de la Iglesia militante el día de la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, el 3 de octubre. Santa Teresa del Niño Jesús, doctora del camino de la infancia espiritual y de la mansedumbre, tenía, no obstante, un espíritu de combatiente, amando y venerando de modo especial a Santa Juana de Arco, la doncella de Orleans.

     La “Pequeña Flor” llegó incluso a vestirse con armadura y espada para representar, en una obra teatral en su convento, a Santa Juana de Arco. Santa Teresa del Niño Jesús tenía una firme voluntad de combatir por Jesús en la salvación de las almas y de morir como mártir; deseaba, “como Juana de Arco, murmurar el nombre de Jesús en la hoguera ardiente”. En una de sus oraciones, Santa Teresa del Niño Jesús decía:

     “¡Oh, Señor!, Juana, tu virgen y valiente Esposa, dijo: ‘Es necesario combatir antes de que Dios conceda la victoria’. ¡Oh, Jesús mío!, lucharé por tu amor hasta la tarde de mi vida.”

     El Dr. Plinio vivía esta síntesis de la infancia espiritual y del espíritu militante del athleta Christi siguiendo el ejemplo de la doncella de Orleans y de la Pequeña Flor.

     “El centro más profundo y esencial de todos los pensamientos y actividades del Dr. Plinio fue su ardiente e incansable empeño en trabajar por el triunfo de la Virgen. Quería hacer mucho más que simplemente servir a la Virgen: deseaba que Ella fuese servida universalmente. Un triunfo es una victoria arrolladora. Su determinación de dedicarse al ideal concreto de una civilización cristiana regenerada lo motivó durante toda su vida. Resumió su dedicación al triunfo de la Virgen con estas palabras motivadoras:
     ‘Cuando aún era muy joven, contemplé con arrobamiento las ruinas de la Cristiandad. A ellas confié mi corazón; di la espalda a mi futuro y, de aquel pasado cargado de bendiciones, hice mi porvenir’. El gran San Luis María Grignion de Montfort predijo este futuro orden y lo llamó el Reino de María, un período de grandes gracias modelado por la Fe y según el espíritu de la Madre de Dios” [5].

     El Dr. Plinio resumió con las siguientes palabras el núcleo de todo su pensamiento y de sus valientes obras en el campo de la batalla por Dios:

     “Si la Contra-Revolución es la lucha para extinguir la Revolución y construir la Cristiandad nueva, toda resplandeciente de Fe, de humilde espíritu jerárquico y de inmaculada pureza, es claro que esto se realizará sobre todo por una acción profunda en los corazones. Ahora bien, esta acción es obra propia de la Iglesia, que enseña la doctrina católica y la hace amar y practicar. La Iglesia es, pues, la propia alma de la Contra-Revolución” [6].

     El esplendor de la Fe católica, el espíritu de humildad y la pureza inmaculada deben, por lo tanto, distinguir la obra que dejó el Dr. Plinio y a cada uno de los que se consideran sus hijos espirituales o desean continuar su legado.

     Decía el Dr. Plinio:

     “Lo que más he cultivado ha sido la Fe. Porque la Fe es la raíz de toda vida espiritual. Y quienes tienen una Fe viva, tienen una vida espiritual floreciente. Es necesario tener pasión por las cosas de la Fe” [7].

     El Dr. Plinio tenía una gran y tierna devoción a la Santísima Virgen.
Era particularmente devoto de Nuestra Señora de Fátima, cuyo mensaje está íntimamente ligado a los castigos y acontecimientos que conducirán a su Reino.

     La devoción a Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano también ocupaba un lugar especial en su vida y en su pensamiento, pues esta advocación habla de la confianza necesaria para superar las tempestades y batallas hasta alcanzar la meta.

     [Cuando tomó conocimiento en la década de 1970 de las revelaciones de Nuestra Señora del Buen Suceso del mismo tenor que las de Fátima y La Salette, agregó esa mención a sus devociones, y decía que el porte imperial regio de la imagen de la Virgen no lo apabullaba sino que, muy al contrario lo alentaba y llenaba de confianza en Ella.]

     Deseamos que aquello que el Dr. Plinio dijo una vez pueda ahora hacerse realidad para él, y también para cada uno de nosotros que, en lo más profundo de nuestra alma, deseamos ser lo que él consideraba su mayor distinción:  católicos, totalmente apostólicos y plenamente romanos.

     Decía el Dr. Plinio:

     “Pidamos a la Virgen que haga de nosotros muchos Elías, de modo que cuando nos presentemos en el Cielo y San Pedro nos pregunte: ‘¿Quién eres?’, podamos responder: Zelo zelatus sum pro Domino Deo exercituum (‘He tenido un celo ardiente por el Señor, Dios de los ejércitos’). Entonces las puertas del Cielo se abrirán para nosotros, las del infierno temblarán, y cuando crucemos el umbral celestial, en esa inmensa sala del trono que es el Cielo, donde la Reina del Cielo y de la Tierra nos acogerá con amabilidad, podremos oír: ‘Hijo mío, has combatido por Mí; entra en la gloria de Dios’” [8].


Tomado de Tradición y Acción por un Perú mayor 


[1] Meu Itinerário Espiritual. Compilação de relatos autobiográficos de Plinio Corrêa de Oliveira, Volumen I, São Paulo, 2021, p. 192.

[2] Minha Vida Pública. Compilação de relatos autobiográficos de Plinio Corrêa de Oliveira, São Paulo, 2015, p. 605.

[3] Meu Itinerário Espiritual, op. cit., Vol. II, pp. 156 y 167

[4] cf. Casiodoro, Historia ecclesiástica tripartita, 2, 1.

[5] John HORVAT, "Thirty Years Later: Plinio Corrêa de Oliveira – A Counter-Revolutionary Focused on Our Lady’s Triumph", Crusade magazine, septiembre-octubre 2025, p. 12.

[6] Revolución y  Contrarrevolución, Parte II, cap. XII, 5.

[7] Meu Itinerário Espiritual, op. cit., vol. II, p. 141.

[8] Idem, pp. 121-122.
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