Las Revelaciones de Nuestra Señora de El Buen Suceso a la Madre Mariana de Jesús Torres impresionan, quiera por la claridad con la que predice acontecimientos ya sucedidos, quiera por la exactitud con la que describe a la inmensa crisis moral de nuestros días. Son además enteramente afines con los mensajes que Nuestra Señora pronunció en Fátima y en La Salette.
Para indicar al agente impulsor de dicha crisis tan catastrófica descrita en sus profecías sobre los siglos 19 y 20, Nuestra Señora de El Buen Suceso se refiere a él usando diversos términos como "las herejías", "las sectas", o simplemente "la secta", y quien tendría un poder capaz de extender sus garras desde el recinto sagrado del Templo hasta el mismo hogar, influenciando perniciosamente todos los campos de la actividad humana.
Sin duda alguna, Nuestra Señora se refiere a la Revolución, enemigo multisecular, - y el más terrible - de la civilización cristiana, cuya causa profunda es una explosión de orgullo y sensualidad inspiradora de cuatro grandes revoluciones que disgregan al mundo moderno: la Pseudo-Reforma protestante, la Revolución Francesa de 1789, la Revolución Comunista y la Revolución nacida del mayo del 68 francés. (1)
Para el insigne líder católico, Plinio Corrêa de Oliveira, y esto fue materia de nuestro post anterior, el título "El Buen Suceso" se puede interpretar como la victoria colosal del Inmaculado Corazón de María sobre la Revolución, y especialmente en instantes "cuando todo parezca perdido y paralizado" para la Causa Católica.
Su Victoria sobre la Revolución, así como la implantación del Reino de María, Nuestra Señora la dio a conocer en Quito de un modo minucioso, preciso, concreto, y completo como en ninguna otra revelación privada. En las profecías de Nuestra Señora de El Buen Suceso son descritas la época, la naturaleza de los hechos que debían suceder, la envergadura del fenómeno Revolución, las catástrofes religiosas, morales, la punición divina, etc.
Estos anuncios, Nuestra Señora no los hizo en un sitio cualquiera. El escenario en que la Celestial Emperatriz posaría sus sagrados pies sería un sitio lleno de unción y sacralidad.
Dispuso la Providencia para ello, la fundación de un Convento.
Empeño real en pro de la Inmaculada Concepción
En el año de 1576 llegaron a Quito desde España, seis religiosas de la Orden de la Inmaculada Concepción, recientemente fundada por Santa Beatriz da Silva. Las doncellas, acompañadas de una niña, habían atendido el pedido del Rey Felipe II para trasladarse a las Indias y establecer allí una Casa para monjas dedicadas a la Clausura y a la enseñanza y educación de las hijas de españoles, criollos y mestizos.
El Rey Felipe II de España |
Dispuestas heroicamente a realizar una tan larga y peligrosa travesía, partieron desde Cádiz en un viejo galeón de la Armada Invencible y que por así decir parecía más una cáscara de nuez, y en él cruzaron las gélidas y escalofriantes aguas del Atlántico para luego de pisar tierra firme y a lomo de caballo, emprender la fatigante ascensión a la cumbres andinas, atravesando las cordilleras y los ríos, hasta llegar a la ignota y lejana ciudad de Quito, un 30 de Diciembre de 1576.
Para empresa tan noble, el Rey se empeñó en escoger personalmente almas de verdadero temple y de comprobadas virtud y santidad. La Venerable Madre María de Jesús Taboada, prima del Soberano, sería la elegida como líder de la expedición o comisionada real y a la postre la fundadora del futuro Convento. Cabe resaltar, que era ella la única mayor de edad del grupo, acababa de cumplir los 33 años. El resto bordeaba los 15 años.
Venerable Madre María de Jesús Taboada |
Llegar a Quito constituyó para aquella santa expedición un verdadero milagro. Tras meses de tenaz travesía, finalmente lo imposible humano fue superado por lo posible divino. La entrada en la ciudad de la caravana con las angelicales heroínas provocó la algarabía del pueblo. A su paso repicaban los campanarios de la Catedral, San Blas, San Sebastián, San Francisco, La Merced, Santo Domingo, San Agustín y el Hospital. Se engalanaron las calles, los balcones, incluso la Plaza Mayor, que dicho día se convirtió en coso taurino para, al grito de olé, homenajear a las ilustres huéspedes.
Genesis de un lugar memorable
La fundación del Convento donde poco después aparecería Santísima Virgen, constituyó todo un acontecimiento para Quito, augurando quizás el futuro mariano que prontamente se difundiría por toda la naciente Colonia. Además, la inocencia, la santidad, la inmolación, tendrían un lugar especial para incentivarlas y ponerlas a disposición de las jóvenes del lugar y sus alrededores, las cuales nada tardarían en entusiasmarse y ser parte de ese bendito lugar.
Así, el 12 de Enero, día del Santísimo Nombre de Jesús, las seis vírgenes españolas y seis quiteñas profesaron sus votos; la niña Mariana de Torres, sobrina de la Madre Taboada, y del Rey Felipe II, no profesó debido a su edad - tenía 13 años -. Lo haría dos años después. Esto no le impidió poseer su título de co- fundadora. Al día siguiente, 13 de enero de 1577, luego de la Santa Misa, se declara inaugurada la vida institucional del Primer Monasterio femenino en América, el Real Convento de la Inmaculada Concepción de Quito, situado en el ángulo derecho de la Plaza Mayor. Real, por ser su fundación directamente gestionada y patrocinada por el propio Rey!
Real Convento de la Limpia e Inmaculada Concepción de Quito |
Los nombres de las religiosas fundadoras son:
Doña María de Taboada, que después se llamó Madre María de Jesús, Fundadora y primera Abadesa.
Cathalina Rodríguez, llamada luego Madre Cathalina de la Concepción.
Francisca de Jaramillo, llamada luego Madre Francisca de los Ángeles.
Aldonsa de Castañeda, llamada luego Madre Ana de la Concepción.
Lucía de Jaramillo, llamada luego Madre Lucía de la Cruz.
Y la niña Mariana de Torres, llamada después Madre Mariana de Jesús Torres.
Todas ellas, las fundadoras españolas.
Además, las damas quiteñas: María Rodriguez, Julia de Castañeda, Magdalena de Valenzuela, Juliana de Arce y Leonor Tamayo.
Ira infernal desatada contra el Convento
Casi por contagio, la vida conventual dentro poco cobraría un fervor tal, que en pocos años el Monasterio llegaría a albergar a casi 400 personas, entre monjas y novicias. Fervor que provocaría la ira del demonio que deseaba por todas las formas conseguir la perdición de esas almas. Para contrarrestarla, sería necesaria la práctica de la virtud en dicha Casa. Si bien Nuestra Señora prometió la existencia del Convento hasta el fin del mundo, prometió también hasta dicho tiempo el intento del demonio por destruirlo. La Santísima Virgen así lo indica en sus profecías:
"En todos los tiempos será combatido con furor infernal, para destruirlo y aniquilarlo. Sin embargo, la Providencia Divina velará por su conservación, ayudando para eso las virtudes practicadas por las moradoras de esta casa. ¡Ay! Si éstas faltasen..."
El Dr. Plinio comentó lo siguiente a respecto de este trecho de las Revelaciones:
"Quiere decir, si no hubiese virtud, Dios no ayudaría, Nuestra Señora no ayudaría. Es interesante que en este tópico, la parte de cada uno está bien puesta. Está puesta una parte de Dios, una parte de Nuestra Señora y una parte del Convento. Cada uno con su contribución. Si alguien no contribuye, vendrá el fracaso. ¿Por qué razón? Por el odio que profesa el demonio a una casa religiosa observante, celosa, y por eso el infierno quiere destruirla.
"Esto recuerda aquél refrán de Santa Teresa: "Teresa, más tres ducados - o diez ducados - y más Dios, pueden todo". Aquí los ducados son las pobres monjas. Sumadas a Dios Nuestro Señor y a Nuestra Señora, pueden todo. Juntos, pueden todo".
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