En un artículo anterior mencionamos que "hace 400 años, en sus apariciones a la Venerable Madre Mariana de Jesús Torres, en el Convento de la Inmaculada Concepción de Quito, la Santísima Virgen del Buen Suceso profetizó la crisis sin precedentes que asola al mundo contemporáneo, y el embate entre las fuerzas del mal de un lado, y la Iglesia Católica y la Civilización Cristiana del otro.
Nuestra Señora se refirió en la práctica, a los hechos del proceso revolucionario descrito por el Dr. Plínio Corrêa de Oliveira en su célebre libro Revolución y Contra-Revolución.
Esta obra maestra del ilustre líder católico brasileño, contó con el beneplácito de destacadas figuras del ámbito católico. Una de ellas, el jesuita ecuatoriano Padre Aurelio F. Aulestia, quien consideró a Revolución y Contra-Revolución como el enfoque contemporáneo del combate entre el Bien y el Mal, sobre el cual, en sus respectivas épocas, trataron San Agustín en “Las dos ciudades” y San Ignacio de Loyola en “Las dos banderas”:
Decía el P. Aulestia:
"Dos amores, escribió San Agustín, fundaron dos Ciudades, a saber: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, fundó la ciudad terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, fundó la Ciudad celestial (De civitate Dei XIV, 28)...
“San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales presenta la célebre meditación de las Dos Banderas, que, en realidad, es un verdadero comentario de la visión genial de San Agustín...
“De otra forma, pero coincidiendo en lo esencial con San Agustín y San Ignacio de Loyola, un egregio pensador y publicista moderno, Plinio Corrêa de Oliveira, brasileño, presenta la lucha eterna de las dos banderas bajo los nombres de Revolución y Contra-Revolucion"
A continuación, presentamos una síntesis de Revolución y Contrarrevolución, en sus puntos más esenciales, para que poder entender el porqué de dicha crisis y cómo combatirla.
Nuestra Señora se refirió en la práctica, a los hechos del proceso revolucionario descrito por el Dr. Plínio Corrêa de Oliveira en su célebre libro Revolución y Contra-Revolución.
Esta obra maestra del ilustre líder católico brasileño, contó con el beneplácito de destacadas figuras del ámbito católico. Una de ellas, el jesuita ecuatoriano Padre Aurelio F. Aulestia, quien consideró a Revolución y Contra-Revolución como el enfoque contemporáneo del combate entre el Bien y el Mal, sobre el cual, en sus respectivas épocas, trataron San Agustín en “Las dos ciudades” y San Ignacio de Loyola en “Las dos banderas”:
Decía el P. Aulestia:
"Dos amores, escribió San Agustín, fundaron dos Ciudades, a saber: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, fundó la ciudad terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, fundó la Ciudad celestial (De civitate Dei XIV, 28)...
“San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales presenta la célebre meditación de las Dos Banderas, que, en realidad, es un verdadero comentario de la visión genial de San Agustín...
“De otra forma, pero coincidiendo en lo esencial con San Agustín y San Ignacio de Loyola, un egregio pensador y publicista moderno, Plinio Corrêa de Oliveira, brasileño, presenta la lucha eterna de las dos banderas bajo los nombres de Revolución y Contra-Revolucion"
A continuación, presentamos una síntesis de Revolución y Contrarrevolución, en sus puntos más esenciales, para que poder entender el porqué de dicha crisis y cómo combatirla.
Revolución y Contra-Revolución
Crisis del mundo contemporáneo
"Al hacer esta afirmación, nuestro pensamiento se extiende desde las fronteras de Brasil hacia las naciones hispanoamericanas, nuestras tan queridas hermanas, y de ahí a todas las naciones católicas. En todas, ejerce su imperio indefinido y abrumador el mismo mal.
En todas produce síntomas de una grandeza trágica. Un ejemplo entre otros. En una carta dirigida en 1956, a propósito del Día Nacional de Acción de Gracias, a su Eminencia el Cardenal Carlos Carmelo de Vasconcelos Motta, Arzobispo de Sao Paulo, el Excmo. Mons. Angelo Dell’Acqua, Sustituto de la Secretaría de Estado, decía que 'como consecuencia del agnosticismo religioso de los Estados', quedó 'amortecido o casi perdido en la sociedad moderna el sentir de la Iglesia'.
"Ahora bien, ¿qué enemigo asestó contra la Esposa de Cristo este golpe terrible? ¿Cuál es la causa común a éste y a tantos otros males concomitantes y afines? ¿Con qué nombre llamarlo? ¿Cuáles son los medios por los cuales actúa? ¿Cuál es el secreto de su victoria? ¿Cómo combatirlo con éxito?
"Como se ve, difícilmente un tema podría ser de más palpitante actualidad.
* * *
Lutero, Danton y Lenin personificaron al igual que otros las revoluciones protestante, francesa y comunista. De ellas se originan la cuarta y la quinta revolución: el tribalismo y la anarquía. |
"Ese enemigo terrible tiene un nombre: se llama Revolución. Su causa profunda es una explosión de orgullo y sensualidad que inspiró, no diríamos un sistema, sino toda una cadena de sistemas ideológicos. De la amplia aceptación dada a éstos en el mundo entero, se desarrollaron las tres grandes revoluciones de la Historia de Occidente: la Pseudo-Reforma, la Revolución Francesa y el Comunismo.
"El orgullo lleva al odio a toda superioridad, y, pues, a la afirmación de que la desigualdad es en sí misma, en todos los planos, inclusive y principalmente en los planos metafísico y religioso, un mal. Es el aspecto igualitario de la Revolución.
"La sensualidad, de suyo, tiende a derribar todas las barreras. Ella no acepta frenos y lleva a la rebelión contra toda autoridad y toda ley, sea divina o humana, eclesiástica o civil. Es el aspecto liberal de la Revolución.
"Ambos aspectos, que tienen en última instancia un carácter metafísico, parecen contradictorios en muchas ocasiones, pero se concilian en la utopía marxista de un paraíso anárquico en el que una humanidad altamente evolucionada y “emancipada” de cualquier religión viviría en orden profundo sin autoridad política, y en una libertad total de la que sin embargo no derivaría ninguna
desigualdad.
Caracteristicas de esta crisis
El autor del citado libro, afirma que todas las crisis que afectan al mundo contemporáneo son aspectos de una sola crisis de la cual es víctima principalmente el hombre occidental y cristiano. Dicha crisis es universal, una, total, dominante y procesiva. El carácter procesivo él lo describe resumidamente, iniciado con el Humanismo, el Renacimiento y el Protestantismo (“I Revolución”), seguido por la Revolución Francesa (II Revolución) y concluido por el Comunismo (III Revolución). Finalmente, añadida a éstas, la Revolución Cultural Tribalista (IV Revolución).
"Estas tres revoluciones son episodios de una sola Revolución, dentro de la cual el socialismo, el liturgicismo, la política de la mano tendida, etc., son etapas de transición o manifestaciones atenuadas".
"Esta gran revolución global, cuya fase final presenciamos, no es tanto un fenómeno político o sociológico, es sobre todo, una transformación de carácter moral y religioso que abarca todos los aspectos de la personalidad humana. El germen revolucionario penetra, al mismo tiempo, en la Iglesia y en el Estado, en las costumbres, en el arte, en la cultura, en el orden político y socioeconómico". (pliniocorreadeoliveira.info)
La utopía revolucionaria
La Revolución niega el pecado y la Redención
"[...] La Revolución es, como hemos visto, hija del pecado. Pero si ella lo reconociera, se desenmascararía y se volvería contra su propia causa.
"Se explica, así, porque la Revolución tiende no sólo a pasar bajo silencio la raíz de pecado de la que brotó, sino a negar la propia noción de pecado. Negación radical, que incluye tanto la culpa original como la actual, y se efectúa principalmente:
"• Por sistemas filosóficos o jurídicos que niegan la validez y la existencia de cualquier Ley moral o dan a ésta los fundamentos vanos y ridículos del laicismo.
"• Por los mil procesos de propaganda que crean en las multitudes un estado de alma en que, sin afirmarse directamente que la moral no existe, se hace abstracción de ella, y toda la veneración debida a la virtud es tributada a ídolos como el oro, el trabajo, la eficiencia, el
éxito, la seguridad, la salud, la belleza física, la fuerza muscular, el goce de los sentidos, etc.
Es la propia noción de pecado, la distinción entre el bien y el mal, que la Revolución va destruyendo en el hombre contemporáneo. Y ella va negando ipso facto la Redención de Nuestro Señor Jesucristo, que sin el
pecado se vuelve incomprensible y pierde toda relación lógica con la Historia y la vida. [...]"
Los agentes de la Revolución
"Una vez que estamos estudiando las fuerzas propulsoras de la Revolución, conviene que digamos una palabra sobre los agentes de ésta.
"No creemos que el mero dinamismo de las pasiones y de los errores de los hombres pueda conjugar medios tan diversos para la consecución de un único fin, es decir, la victoria de la Revolución.
"La producción de un proceso tan coherente, tan continuo, como el de la Revolución, a través de las mil vicisitudes de siglos enteros, llenos de imprevistos de todo orden, nos parece imposible sin la acción de generaciones sucesivas de conspiradores de una inteligencia y un poder extraordinarios. Pensar que sin esto la Revolución habría llegado al estado en que se encuentra es lo mismo que admitir que cientos de letras arrojadas por una ventana podrían disponerse espontáneamente en el suelo para formar una obra cualquiera, por ejemplo, la Oda a Satanás, de Carducci.
"Las fuerzas propulsoras de la Revolución han sido manipuladas hasta aquí por agentes sagacísimos, que de ellas se han servido como medios para realizar el proceso revolucionario.
"En general, pueden calificarse como agentes de la Revolución todas las sectas de cualquier naturaleza engendradas por ella desde su nacimiento hasta nuestros días para la difusión del pensamiento o la articulación de las tramas revolucionarias. Pero la secta maestra, en torno a la cual todas se articulan como simples fuerzas auxiliares —a veces conscientemente, y otras veces no— es la Masonería, según claramente se deriva de los documentos pontificios, y especialmente de la Encíclica Humanum Genus de León XIII, del 20 de abril de 1884. [...]"
Porqué el término Revolución?
El concepto de Revolución no ha sido inventado por Plinio Corrêa de Oliveira
La noción de lo que es la Revolución y su carácter procesivo —que desde hace seis siglos viene atacando a la Iglesia y la Cristiandad— no son un invento de Plinio Correa de Oliveira. Sin embargo, él los ha explicitado de manera mucho más profunda que otros autores, llevándolos hasta sus últimas consecuencias. Ello quedó registrado en más de un millón de páginas en que el Autor, de modo ora implícito, ora explícito, siempre tuvo como telón de fondo la Revolución y la Contrarrevolución, al punto de consagrar un magistral ensayo con ese nombre.
"Una vez que estamos estudiando las fuerzas propulsoras de la Revolución, conviene que digamos una palabra sobre los agentes de ésta.
"No creemos que el mero dinamismo de las pasiones y de los errores de los hombres pueda conjugar medios tan diversos para la consecución de un único fin, es decir, la victoria de la Revolución.
"La producción de un proceso tan coherente, tan continuo, como el de la Revolución, a través de las mil vicisitudes de siglos enteros, llenos de imprevistos de todo orden, nos parece imposible sin la acción de generaciones sucesivas de conspiradores de una inteligencia y un poder extraordinarios. Pensar que sin esto la Revolución habría llegado al estado en que se encuentra es lo mismo que admitir que cientos de letras arrojadas por una ventana podrían disponerse espontáneamente en el suelo para formar una obra cualquiera, por ejemplo, la Oda a Satanás, de Carducci.
"Las fuerzas propulsoras de la Revolución han sido manipuladas hasta aquí por agentes sagacísimos, que de ellas se han servido como medios para realizar el proceso revolucionario.
"En general, pueden calificarse como agentes de la Revolución todas las sectas de cualquier naturaleza engendradas por ella desde su nacimiento hasta nuestros días para la difusión del pensamiento o la articulación de las tramas revolucionarias. Pero la secta maestra, en torno a la cual todas se articulan como simples fuerzas auxiliares —a veces conscientemente, y otras veces no— es la Masonería, según claramente se deriva de los documentos pontificios, y especialmente de la Encíclica Humanum Genus de León XIII, del 20 de abril de 1884. [...]"
Porqué el término Revolución?
El concepto de Revolución no ha sido inventado por Plinio Corrêa de Oliveira
La noción de lo que es la Revolución y su carácter procesivo —que desde hace seis siglos viene atacando a la Iglesia y la Cristiandad— no son un invento de Plinio Correa de Oliveira. Sin embargo, él los ha explicitado de manera mucho más profunda que otros autores, llevándolos hasta sus últimas consecuencias. Ello quedó registrado en más de un millón de páginas en que el Autor, de modo ora implícito, ora explícito, siempre tuvo como telón de fondo la Revolución y la Contrarrevolución, al punto de consagrar un magistral ensayo con ese nombre.
Este proceso revolucionario ha sido denunciado por destacadas personalidades del orden eclesiástico, así como también por muchos pensadores y escritores de diferentes tendencias del orden temporal.
Así, por ejemplo:
Así, por ejemplo:
Pío IX, que gobernó la Iglesia entre 1846 y 1878, sustenta, refiriéndose también a sus predecesores, que muchos de los errores de su época tienen su raíz en la Pseudo-Reforma Protestante:
“Por lo cual, nuestros Predecesores se han opuesto constantemente con apostólica firmeza a las nefandas maquinaciones de los malos, que arrojando la espuma de sus
confusiones, semejantes a las olas del mar tempestuoso, y prometiendo libertad, siendo ellos, como son, esclavos de la corrupción, han intentado con sus opiniones falaces y perniciosos escritos transformar los fundamentos de la Religión católica y la sociedad civil (…)”.
“Pero otros, renovando los perversos y tantas veces condenados errores de los novadores [Reforma Protestante], se atreven con insigne impudencia a sujetar al arbitrio de la potestad civil la suprema autoridad de la Iglesia y de esta Sede Apostólica, concedida a ella por Cristo Señor nuestro, y a negar todos los derechos de la misma Iglesia y de la Santa Sede sobre aquellas cosas que pertenecen al orden temporal”.
León XIII, que reinó entre 1878 y 1903, se refiere claramente a las tres Revoluciones:
“La guerra movida contra la Iglesia se vuelve hoy día más decisiva que en el pasado, no sólo por su violencia, sino especialmente por la amplitud del ataque”.
“Estas doctrinas perniciosas, desgraciadamente, saliendo del campo de las ideas, abrieron el paso, como sabéis, venerables hermanos, a la vida diaria y las organizaciones de la sociedad. Grandes y poderosos Estados las ponen continuamente en práctica y creen dar propulsión, de ese modo, al progreso de la cultura general” [Revolución Francesa].
“Esta aberración moral lamentable constituye un germen de intranquilidad en el organismo popular, germen de aflicción y de fuerte amargura; de ahí nacieron las continuas intrigas y perturbaciones del orden, preludio de tormentas todavía más fuertes. La situación de miseria de tantas camadas populares debe mejorar; pero, actualmente, sirve maravillosamente a los obscuros propósitos de astutos agentes, especialmente del partido socialista, quienes hacen locas promesas al pueblo para acercarse de ese modo a la ejecución de sus criminales planes”
[Revolución Comunista].
San Pío X (1903-1914):
Condenó los errores de Le Sillon de Marc Sangnier, al denunciar sus orígenes en la Revolución Francesa:
“Nuestro cargo apostólico Nos obliga a vigilar la pureza de la Fe y la integridad de la disciplina católica; a preservar a los fieles de los peligros del error y del mal, sobre todo cuando el error y el mal les son presentados en un lenguaje atrayente, que, ocultando la vaguedad de las ideas y el equívoco de las expresiones bajo el ardor del sentimiento y la sonoridad de las palabras, puede encender los corazones en favor de causas seductoras, pero funestas.
"Tales han sido en otro tiempo las doctrinas de los llamados filósofos del siglo XVIII, las de la Revolución [Francesa] y las del Liberalismo, tantas veces condenadas; tales son también hoy día las teorías del Sillon, que, bajo sus brillantes y generosas apariencias, faltan con mucha frecuencia a la claridad, a la lógica y a la verdad, y, bajo este aspecto, no realzan
el genio católico y francés”.
Pío XI (1922-1939) también hace referencia a un largo proceso revolucionario que llega hasta el comunismo:
“… Pero la lucha entre el bien y el mal quedó en el mundo como triste herencia del pecado original, y el antiguo tentador no ha cesado jamás de engañar a la humanidad con
promesas falaces. Por eso, a lo largo de los siglos, las perturbaciones se han sucedido unas a las otras hasta llegar a la revolución de nuestros días, la cual en todo el mundo ya es o una realidad cruel, o una seria amenaza que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que la Iglesia ha padecido anteriormente. Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en la cual yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.
“Ese peligro tan amenazador, como habréis comprendido, venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden social y socavar los propios fundamentos de la civilización cristiana”.
Pío XII (1939-1958):
Sintetiza las tres Revoluciones refiriéndose a un misterioso enemigo de la Iglesia: “Él se encuentra en todo lugar y en medio de todos: sabe ser violento y astuto. En estos últimos siglos intentó realizar la desagregación intelectual, moral, social de la unidad en el organismo misterioso de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un ‘enemigo’ que se volvió cada vez más concreto, con una ausencia de escrúpulos que aún sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia no! [Protestantismo]. Después: ¡Dios sí, Cristo no! [Revolución Francesa]. Finalmente, el grito impío: Dios está muerto; o, incluso, Dios jamás existió” [Comunismo].
San Antonio María Claret (1807-1870).
En su Autobiografía, el santo relata una revelación en la cual Nuestro Señor le da conocimiento de los males causados por las tres Revoluciones:
“El día 27 de agosto de 1861, en la misma iglesia (del Rosario, en la Granja, residencia de verano de los reyes y del padre Claret, como confesor de Isabel II), durante
la bendición del Santísimo Sacramento, dada después de la Misa, el Señor me hizo conocer los tres grandes males que amenazan a Espa-
ña: el protestantismo, o mejor, la descatolización; la república y el comunismo”.
Beato Francisco Palau i Quer, O.C.D. (1811-1872), fundador de la Congregación de las Carmelitas Terciarias, hoy Misioneras
Salesas, y director durante varios años del semanario El Ermitaño, con el cual emprendió una enérgica y declarada lucha contra las tendencias liberales y socialistas de la época.
Para medir la importancia que la Iglesia atribuye tanto a la obra cuanto a la personalidad del Beato Palau, cumple recordar que en el 2011, para celebrar el segundo centenario de su nacimiento, se inauguró oficialmente en la Catedral de Barcelona el Año Jubilar Palausiano con una solemne ceremonia presidida por el Arzobispo Cardenal Martínez Sistach.
El Beato Palau hizo innumerables referencias al proceso revolucionario en El Ermitaño. Él insistía en considerar a la Revolución como un proceso satánico. Citamos a continuación uno de sus textos:
“En las altas regiones de la política han prevalecido la maldad, la anarquía, la apostasía, el paganismo, el diablo. El imperio y el triunfo del mal en las masas de todas las naciones representan un efecto producido naturalmente por la apostasía de sus reyes y gobiernos; y esta obra que reconoce por autor a Satanás ‘seducirá a las naciones en los cuatro rincones de la tierra’.
“Para un católico que piense como tal, no necesitamos argumentos; los hechos contemporáneos que forman la historia de la sociedad actual están a la vista y no nos permiten vacilar.
“La historia tiene una lógica terrible, invariable, inflexible: puesta la causa se siguen como agua de su corriente todos los efectos que ella produce. Los hechos están encadenados unos a los otros, pasados, presentes y futuros (…).
“¿Cómo ha llegado a prevalecer la maldad? ¿Cómo se ha formado el imperio del mal?
“Poco a poco, insensiblemente, a lo largo de un año, de un siglo, de muchos siglos se da un paso y no retrocede. Después otro. Después da un salto, y con el tiempo Satanás ha venido consumando su obra de maldad. Con inteligencia que no muere y superior a la del hombre, concibió un plan y lo encargó al tiempo y a los malhechores para su ejecución (…).
“Esta es su historia: libre Satanás de las cadenas con que Cristo y Pedro lo habían atado; libre y fuera de su cárcel — ‘solvetur Satanas de carcere suo’ — por la incredulidad de los malos católicos (…). Un poco más adelante, nace en la bestia infernal otro pie, el protestantismo, que se presenta en el siglo XV en el seno mismo del catolicismo (…). El tiempo sigue su curso, y Satanás lleva adelante su empresa y, creyendo haber llegado la hora de enarbolar su propia bandera, aparece ella ondeando sobre millones de hombres con la inscripción: ¡Revolución! ¡Guerra a Dios! Eso acaeció en Francia a fines del siglo pasado (…).
“¿Quién puede negar esta historia? Nadie. Está escrita con caracteres indelebles de la verdad. Antes que profetas, seamos lógicos. ¿Qué sucederá mañana? (…) El imperio de
la maldad llevará adelante su empresa (…)”.
También los propios revolucionarios –aunque de diferentes matices – afirman la existencia de una Revolución igualitaria, su carácter
unitario y procesivo, y que tiene como finalidad la destrucción de la Cristiandad. Así, por ejemplo:
León Trotsky (1879-1940), uno de los organizadores de la revolución rusa de octubre de 1917, partidario de la llamada “revolución permanente” y fundador de la IV Internacional, en un discurso sobre los tratados de paz al final de la I Guerra Mundial
presenta las tres Revoluciones como el fondo de cuadro de su pensamiento. Afirma lo siguiente:
“Una política larga y previsible se basa en las tendencias de desarrollo, en las fuerzas interiores que, una vez despiertas, mostrarán su poder tarde o temprano. A ejemplo de la gran Reforma del siglo XVI [Protestantismo] y la gran Revolución del siglo XVIII [Revolución Francesa], que demostraron las fuerzas creativas de los pueblos alemanes y franceses, nuestra gran revolución [Comunista], que presenta un grado mundial técnico y de cultura superior, ha despertado y descubierto las fuerzas creativas de nuestro pueblo”.
Friedrich Engels (1820-1895). Teórico socialista alemán, fundador del marxismo y redactor, junto con Marx, de muchos textos, entre ellos el manifiesto del Partido Comunista de 1848.
Él sostiene:
“La gran campaña de la burguesía europea contra el feudalismo culminó en tres grandes batallas decisivas. La primera fue la que llamamos la reforma alemana. Al grito de
rebelión de Lutero contra la Iglesia respondieron dos insurrecciones políticas: primero la de la nobleza inferior, [...] en 1523, y luego la gran guerra de los campesinos en 1525”.
Y concluye:
“La gran Revolución francesa fue la tercera rebelión de la burguesía, pero la primera a despojarse totalmente del manto religioso, trabando la lucha en el campo político abierto”.
San Antonio María Claret (1807-1870).
En su Autobiografía, el santo relata una revelación en la cual Nuestro Señor le da conocimiento de los males causados por las tres Revoluciones:
“El día 27 de agosto de 1861, en la misma iglesia (del Rosario, en la Granja, residencia de verano de los reyes y del padre Claret, como confesor de Isabel II), durante
la bendición del Santísimo Sacramento, dada después de la Misa, el Señor me hizo conocer los tres grandes males que amenazan a Espa-
ña: el protestantismo, o mejor, la descatolización; la república y el comunismo”.
Beato Francisco Palau i Quer, O.C.D. (1811-1872), fundador de la Congregación de las Carmelitas Terciarias, hoy Misioneras
Salesas, y director durante varios años del semanario El Ermitaño, con el cual emprendió una enérgica y declarada lucha contra las tendencias liberales y socialistas de la época.
Para medir la importancia que la Iglesia atribuye tanto a la obra cuanto a la personalidad del Beato Palau, cumple recordar que en el 2011, para celebrar el segundo centenario de su nacimiento, se inauguró oficialmente en la Catedral de Barcelona el Año Jubilar Palausiano con una solemne ceremonia presidida por el Arzobispo Cardenal Martínez Sistach.
El Beato Palau hizo innumerables referencias al proceso revolucionario en El Ermitaño. Él insistía en considerar a la Revolución como un proceso satánico. Citamos a continuación uno de sus textos:
“En las altas regiones de la política han prevalecido la maldad, la anarquía, la apostasía, el paganismo, el diablo. El imperio y el triunfo del mal en las masas de todas las naciones representan un efecto producido naturalmente por la apostasía de sus reyes y gobiernos; y esta obra que reconoce por autor a Satanás ‘seducirá a las naciones en los cuatro rincones de la tierra’.
“Para un católico que piense como tal, no necesitamos argumentos; los hechos contemporáneos que forman la historia de la sociedad actual están a la vista y no nos permiten vacilar.
“La historia tiene una lógica terrible, invariable, inflexible: puesta la causa se siguen como agua de su corriente todos los efectos que ella produce. Los hechos están encadenados unos a los otros, pasados, presentes y futuros (…).
“¿Cómo ha llegado a prevalecer la maldad? ¿Cómo se ha formado el imperio del mal?
“Poco a poco, insensiblemente, a lo largo de un año, de un siglo, de muchos siglos se da un paso y no retrocede. Después otro. Después da un salto, y con el tiempo Satanás ha venido consumando su obra de maldad. Con inteligencia que no muere y superior a la del hombre, concibió un plan y lo encargó al tiempo y a los malhechores para su ejecución (…).
“Esta es su historia: libre Satanás de las cadenas con que Cristo y Pedro lo habían atado; libre y fuera de su cárcel — ‘solvetur Satanas de carcere suo’ — por la incredulidad de los malos católicos (…). Un poco más adelante, nace en la bestia infernal otro pie, el protestantismo, que se presenta en el siglo XV en el seno mismo del catolicismo (…). El tiempo sigue su curso, y Satanás lleva adelante su empresa y, creyendo haber llegado la hora de enarbolar su propia bandera, aparece ella ondeando sobre millones de hombres con la inscripción: ¡Revolución! ¡Guerra a Dios! Eso acaeció en Francia a fines del siglo pasado (…).
“¿Quién puede negar esta historia? Nadie. Está escrita con caracteres indelebles de la verdad. Antes que profetas, seamos lógicos. ¿Qué sucederá mañana? (…) El imperio de
la maldad llevará adelante su empresa (…)”.
También los propios revolucionarios –aunque de diferentes matices – afirman la existencia de una Revolución igualitaria, su carácter
unitario y procesivo, y que tiene como finalidad la destrucción de la Cristiandad. Así, por ejemplo:
León Trotsky (1879-1940), uno de los organizadores de la revolución rusa de octubre de 1917, partidario de la llamada “revolución permanente” y fundador de la IV Internacional, en un discurso sobre los tratados de paz al final de la I Guerra Mundial
presenta las tres Revoluciones como el fondo de cuadro de su pensamiento. Afirma lo siguiente:
“Una política larga y previsible se basa en las tendencias de desarrollo, en las fuerzas interiores que, una vez despiertas, mostrarán su poder tarde o temprano. A ejemplo de la gran Reforma del siglo XVI [Protestantismo] y la gran Revolución del siglo XVIII [Revolución Francesa], que demostraron las fuerzas creativas de los pueblos alemanes y franceses, nuestra gran revolución [Comunista], que presenta un grado mundial técnico y de cultura superior, ha despertado y descubierto las fuerzas creativas de nuestro pueblo”.
Friedrich Engels (1820-1895). Teórico socialista alemán, fundador del marxismo y redactor, junto con Marx, de muchos textos, entre ellos el manifiesto del Partido Comunista de 1848.
Él sostiene:
“La gran campaña de la burguesía europea contra el feudalismo culminó en tres grandes batallas decisivas. La primera fue la que llamamos la reforma alemana. Al grito de
rebelión de Lutero contra la Iglesia respondieron dos insurrecciones políticas: primero la de la nobleza inferior, [...] en 1523, y luego la gran guerra de los campesinos en 1525”.
Y concluye:
“La gran Revolución francesa fue la tercera rebelión de la burguesía, pero la primera a despojarse totalmente del manto religioso, trabando la lucha en el campo político abierto”.
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