Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará

 



Adoración de los Reyes Magos. F. Angélico - 1433


     En cuanto a la adoración de los magos, aquí tenemos un hermoso cuadro perteneciente a una persona que conocemos. Y al respecto, es necesario hacer la siguiente consideración: el valor de las cosas de carácter representativo y simbólico dentro de los planes de la Providencia. No hay comentarista sobre la adoración de los Magos, que no diga que fue conveniente que los Magos vinieran a adorar a Nuestro Señor para representar a los diversos pueblos de la gentilidad que desde el principio se acercaron a su cuna; y que también convenía que fueran magos [La palabra Mago, del latín magus, significa hombre sabio —original del griego magos y del persa magush—], para representar toda la sabiduría ancestral rindiendo homenaje a Nuestro Señor.

     Sabemos que la palabra mago aquí designa a un hombre de extraordinaria sabiduría, de sabiduría relevante, que viene de todos lados, para adorar a Nuestro Señor. Si estos magos fueran reyes, es costumbre de hoy poner en duda. En mi opinión, esta duda tiene un cierto aspecto igualitario. Porque el cristianismo, servido por una venerable tradición, creyó en todo momento que eran reyes. Y esta tradición es tan continua, y tiene cierta consonancia con partes de la Escritura que hablan de “reyes que vienen de lejos para adorar al Mesías”, esta tradición en sí misma merece fe, merece fe y no veo razón para cuestionar que no eran reyes.

     Entiendo que puede incomodar [a la llamada izquierda católica], que hombres con una profesión tan "terrible" como la de un rey, hayan sido llamados a adorar a Nuestro Señor desde que era un niño. Pero creo que es del todo razonable, veo, por el contrario, objetable poner dudas sobre esto.

     De todos modos, aquí tenemos a tres hombres de distintas razas, y uno de raza negra, que representan a todo el mundo antiguo y que representan toda la sabiduría antigua homenajeando a Nuestro Señor, en las formas ya conocidas, ofreciendo oro, incienso y mirra.

     ¿Pero a qué título representan y de qué manera? Casi nadie sabía que ellos iban a estar ahí; no recibieron ninguna delegación para ir y, sin embargo, estaban en una representación real. Porque el motivo por el que fueron no fue un motivo individual, sino por un motivo de querer representar algo.

     Los señores están viendo que todo es simbólico. Ellos representaban a todos los pueblos porque Nuestro Señor quería que así los representaran, y estaban allí porque Nuestro Señor los llamó como representantes. Quería tener representantes de esos pueblos, eligió a quién representaría y se hizo la representación. Y fue válido, con su carácter simbólico, aunque no hubo sufragio de ningún tipo para ser elegidos, ningún poder que los acreditara a los pies de Nuestro Señor.

     Y el hecho es que hubo allí uno de cada uno de estos pueblos, constituía, en el orden absoluto y profundo de los hechos, una verdadera representación. Allí, de hecho, estaban representando a todos. Esta representación tuvo un valor en los planes de Providencia. Solo habían tres, pero estos tres representaban algo en los planes de Dios.


Calvario, siglo 18. Escuela Cusqueña



     Algo así lo encontramos al pie de la Cruz. Con Nuestra Señora, San Juan y las santas mujeres que representan todo lo bueno y fiel en el género humano en el pasado, en el presente y en el futuro, también al pie de la Cruz. Representan una delegación, están representando en su calidad de fieles, están al pie de la Cruz. Y a todos los que son de cierta clase de hombres, y se hace en una ocasión muy solemne, naturalmente representan a sus contrapartes. Por eso representaban a sus contrapartes mediante divina selección y elección.

     Hoy, al pie de la Iglesia humillada, Nuestra Señora quiso que, aunque pocos, verdaderos católicos representaran la fidelidad de generaciones pasadas, presentes y futuras.

     Y podemos preguntarnos si se puede sacar algo de esta verdad que se aplica a nosotros. También somos pocos [los que aún somos íntegramente fieles], también representamos una minoría muy pequeña y tan comprimidos que cuando sentimos que somos muchos —pero muchos no en el sentido de masa de la población— sino muchos solo en relación en lo pueda normalmente las relaciones de un hombre, ya nos sentimos asombrados, que es antinatural en nuestro tiempo que seamos numerosos.

     Sin embargo, representamos aquel deber que es la fidelidad; a los pies de la Iglesia perseguida, a los pies de la Iglesia humillada, a los pies de la Iglesia desechada, en una época de la más profunda confusión de su historia, Nuestra Señora quiso que representáramos la fidelidad, la pureza, la ortodoxia, la osadía, el espíritu de iniciativa, de ataque, de acción, en un momento en que todo lo que se habla es de retirada, de hacer compromisos, de estar vencidos.

     ¿Qué representamos nosotros ahí? Al pie de esta nueva crucifixión de Nuestro Señor que vive la Iglesia, representamos a todos los fieles, representamos la fidelidad de todos los que fueron fieles en el pasado, de todos los que durmieron en la paz del Señor y que nos precedieron. Si un San Gregorio, si un San Luis de Francia, si un San Luis María Grignon de Monfort, si un San Fernando de Castilla, un Beato Nuno Alvares, si hubiesen podido conocer ellos, al morir, que en un tiempo de crisis de tal magnitud habrían aún creyentes que representarían la fidelidad de toda la Iglesia Católica, nos habrían bendecido desde lejos, se habrían sentido como nuestros homólogos, de sentirse representados, desde lejos habrían sentido una especie de alivio: “al menos están haciendo lo que yo hubiera querido hacer si yo estuviera vivo en ese momento”, seguramente pensarían.

     Somos, por tanto, representantes de todos ellos, estamos representando a todas las almas fieles esparcidas y aplastadas por este mundo y que no saben dónde depositar su fidelidad, pero que quieren hacer lo que estamos haciendo. Estamos representando las almas que vienen después de nosotros, esas almas que, mirando hacia atrás, estarán entusiasmadas con lo que hacemos. Dirán: “si estuviéramos en ese momento, haríamos lo mismo”.

     Existen estas interpenetraciones en la historia, debido a esta doctrina de la representación, algunas de las cuales son realmente impresionantes: Los señores saben que cuando San Remigio y sus ayudantes catequizaron a Clovis y sus Francos, cuando se les enseñaba la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, alzaron al instante sus lanzas y gritando fuertemente dijeron: "¿Por qué no estuvimos allí en el momento de la Pasión para defender a Nuestro Señor?"

     Y estuvieron presentes. Porque, en la Pasión, Nuestro Señor en su corazón previó lo que querían, previó que dirían eso, y fue una gran consolación para Él en ese momento. Existe, por tanto, una especie de reversibilidad en el tiempo de estas diversas acciones, y todo ello se funde en un escenario único y grandioso; en este escenario único y grandioso, los pocos fieles de esa época representan toda la fidelidad pasada, presente y futura.



Seamos para Nuestra Señora lo que la Verónica fue para Nuestro Señor


Jesús y la Verónica. Carlo Caliari. Basílica dei Santi Giovanni e Paolo, Venecia




     Hay algo que causó gran impresión en el grupo, los señores conocen la situación histórica en la que nos encontramos, es precisamente esta: Nuestra Señora es como una reina sentada en su trono, pero, por maldad de los hombres —¡y qué hombres!— es ya humillada, ya atada con cuerdas y ya condenada a ser arrancada de su trono. En esa sala donde se prepara este crimen, unos pocos son fieles y están dispuestos a hacer cualquier cosa para que este crimen no se consuma. Estos fieles, que están luchando en este momento, que tienen la incomparable felicidad de soportar los sufrimientos, las incertidumbres, las torturas espirituales de esta situación, estos fieles representan todas las almas marianas del pasado, presente y futuro en este momento de tanto sufrimiento por Nuestra Señora.

     Somos para Nuestra Señora lo que la Verónica fue para Nuestro Señor. Limpiando el Divino Rostro, la Verónica representó al mundo entero, y no hubo un alma piadosa, desde el momento de la práctica de este acto, que no sintiera celos de ella y no se sintiera, por así decirlo, representada por ella. Y se nos dio la alegría y la vocación de limpiar el rostro santísimo de Nuestra Señora, lleno de lágrimas, como nos hizo sentir la lágrima en Siracusa [1], en este momento doloroso.




La estrella es para los Magos lo que Nuestra Señora es para nosotros  





     Y sentimos la necesidad de representar en este acto, frente a lo que representaron los Reyes Magos ante el Niño Jesús. La doctrina de la representación debería animarnos. Pidamos a los Reyes Magos que oren por nosotros —ciertamente ellos están en el Cielo con Dios— para que tengamos una de las muchas formas de coraje que se nos pide y que debemos tener, el coraje de estar solos como ellos; solos en medio del mundo pagano, listos a pasar aquel desierto, esperando ver la estrella, esperando la hora de Dios, para cumplir con su voluntad cuando aparezca aquella Estrella, y cumplir con toda fidelidad y puntualidad, cuando aparezca.

     La hora, para ellos, fue consoladora: fue la hora en que nació el Niño Jesús. La hora, para nosotros, debe ser la hora de la plena realización de los acontecimientos previstos por Nuestra Señora en Fátima y en consonancia con los anunciados por Nuestra Señora del Buen Suceso; pero, en cualquier caso, nos llegará el tiempo preciso en el que la Estrella que es Nuestra Señora nos dirá que ha llegado el momento. No será una estrella exterior, será una voz interior que es Su voz. Será una convicción que los tiempos tendrán su fin, que felizmente ha llegado la hora. Debemos prepararnos para esa hora, para ser modelos de exactitud y fidelidad como lo fueron los Magos, siendo ahora modelos de fidelidad en aislamiento.

Adaptado de la conferencia dada por Plinio Corrêa de Oliveira, el 5 de enero de 1965

(1) Milagrosa lacrimación de una imagen de la Santísima Virgen en Siracusa - Italia, ocurrida en 1953.

0 Comentarios:

Publicar un comentario