El árbol de Navidad, símbolo católico, fruto del apostolado de San Bonifacio. |
Cuando pensamos en un santo, quizás en un principio no consideremos que esa persona se atreva a empuñar un hacha, un martillo o a talar árboles fuertes como robles. Al menos es esa la forma "herejía blanca" de considerar a los santos con la que la mayoría de las personas ha sido formada, espiritualmente hablando.
Sin embargo, sí existe tal santo: es San Bonifacio.
Nacido en Inglaterra hacia el año 680, ingresó en un monasterio benedictino antes de ser enviado por el Papa a evangelizar los territorios que pertenecen a la actual Alemania.
Primero como sacerdote y luego como obispo y bajo la protección del gran Carlos Martel, Bonifacio viajó por toda Alemania fortaleciendo las regiones que ya habían abrazado el catolicismo y llevando la luz de Cristo a quienes aún no lo conocían.
El escritor Henry Van Dyke en su libro de 1897, El primer árbol de Navidad, así lo describió:
"¡Qué buena persona! ¡Qué buena persona! Era blanco y delgado, recto como una lanza y fuerte como un bastón de roble.
"Su rostro aún lucía joven; su piel tersa estaba bronceada por el sol y el viento.
"Sus ojos grises, limpios y amables, brillaban como el fuego cuando hablaba de sus aventuras y las malas acciones de los falsos sacerdotes a los que se enfrentaba".
Alrededor del año 723, el santo viajó con un pequeño grupo de personas por la región de la Baja Sajonia.
San Bonifácio no fue ecumenista y cortó el árbol del falso dios Thor. |
"El Roble del Trueno"
Tenía conocimiento de una comunidad de paganos cerca de Geismar que en pleno invierno realizaba un sacrificio humano a Thor, el dios del trueno y en el que la víctima solía ser un niño. El ritual lo hacían al pie de un árbol al que llamaban "El Roble del Trueno" y que lo consideraban sagrado.
San Bonifacio, siguiendo el consejo de un obispo, quiso destruir el Roble del Trueno no solo para salvar a la víctima, sino también para mostrar a aquellos paganos que no sería derribado por un rayo lanzado por Thor, echando así por el suelo el supuesto poder del falso dios.
El Santo y sus compañeros llegaron al pueblo en Nochebuena, justo a tiempo para detener el sacrificio.
Con su báculo de obispo en la mano, San Bonifacio se acercó a los paganos que estaban reunidos al pie del Roble del Trueno y les dijo:
"Aquí está el Roble del Trueno y aquí está la cruz de Cristo que romperá el martillo de Thor, el dios falso".
El verdugo levantó un martillo para matar al niño que había sido entregado para el sacrificio pero San Bonifacio extendió su báculo para detener el golpe y milagrosamente rompió el gran martillo de piedra salvando la vida del niño.
Luego de derrumbar al árbol de la superstición, San Bonifacio predicó al verdadero árbol de la vida: Nuestro Señor Jesucristo. |
¡Escuchad, hijos del bosque!
Entonces se dirigió a los paganos diciéndoles:
"¡Escuchad, hijos del bosque! La sangre no fluirá esta noche, a menos que la piedad se derrame del pecho de una madre. Porque ésta es la noche en que nació Cristo, el Hijo del Altísimo, el Salvador de la humanidad.
"Es Él, más hermoso que Baldur, más grande que Odín el Sabio, más amable que Freya el Bueno. Desde su venida, el sacrificio ha terminado. La oscuridad, a quien ustedes en vano llaman Thor, es en realidad, la muerte, y en lo más profundo de las sombras de Niffelheim se perdió para siempre. De esta forma y a partir de ahora, Ustedes empezarán realmente a vivir.
"Este árbol maldito no oscurecerá más esta tierra que les pertenece. En el nombre de Dios, lo destruiré”.
Entonces, San Bonifacio tomó un hacha que estaba cerca y cuando la blandió con fuerza contra el roble, una gran ráfaga de viento golpeó la arboleda y derribó el árbol, incluidas sus raíces. El árbol cayó al suelo y se partió en cuatro pedazos.
Tiempo después, el Santo construyó en el lugar una capilla con madera de roble.
Reliquia de San Bonifacio venerada en la catedral de Fulda, Alemania. |
El "Apóstol de Alemania" se dedicó entonces a predicar al asombrado pueblo alemán que no podía creer que el asesino del Roble de Thor no fuese siquiera herido por su dios. San Bonifacio señalando entonces un pequeño pino, dijo:
"Este arbolito, este pequeño hijo del bosque, será su árbol sagrado esta noche.
"Este es el bosque de la paz...
"Es el signo de una vida sin fin, porque sus hojas están siempre verdes. Miren como las puntas apuntan hacia el cielo.
"Tendrán que llamarlo el árbol del Niño Jesús; reúnanse a su alrededor, no en los bosques salvajes, sino en sus casas; habrá refugio y no habrá acciones sangrientas, sino regalos amorosos y gestos de bondad".
De esta forma, los alemanes iniciaron una nueva tradición, que se prolonga hasta nuestros días.
Teniendo un pino en sus casas, decorándolo con velas y adornos y celebrando el nacimiento del Salvador, el Apóstol de Alemania y su rebaño nos legaron lo que hoy conocemos como el árbol de Navidad.
Artículo extraído de luzesdeesperanca.blogspot.com
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