El Niño Jesús recién nacido está recostado en el pesebre en Belén en una noche fría. Nuestra Señora, previendo todo con el amor que podemos imaginar, a pesar de su pobreza, dispuso pequeñas túnicas para ponerle, apenas naciera. Evidentemente dispuso estas túnicas según las diversas temperaturas posibles de tal manera que el Niño Dios no sintiera frío.
¿¡Cómo sería el interior, lo íntimo de María Santísima, considerando estas cosas!? Se admite piadosamente que Nuestro Señor nació a medianoche y que antes de nacer, Ella entró en un éxtasis muy profundo durante el cual dio a luz al Niño Jesús.
El nacimiento del Hombre-Dios se produjo de la manera maravillosa por la que su Santísima Madre permaneció virgen antes, durante y después del parto; esta verdad ha sido siempre afirmada por la Iglesia con la energía de un lenguaje del que sólo es capaz el pensamiento católico, testimoniando así categóricamente, la virginidad materna de María.
¿Cómo pudo suceder esto? Hay una escena en el Evangelio en la que Nuestro Señor entra en una habitación con todas las puertas y ventanas cerradas. Es costumbre citar este pasaje como una explicación de la virginidad durante el parto. Jesús puede atravesar todos los obstáculos materiales, porque, siendo Dios, su Cuerpo terrenal podría asumir las propiedades de los cuerpos gloriosos y atravesarlo todo, incluso antes de su Resurrección.
"¡A quien has concebido, lo engendrarás!"
Siendo concebida sin pecado original, la Santísima Virgen poseía una inteligencia perfecta, exenta de las debilidades inherentes a nuestra naturaleza manchada por el pecado original. En consecuencia, al leer las Escrituras y aún más, inundada de las gracias de Dios para interpretarlas, llegó a componer la fisonomía, el espíritu, la mentalidad del Mesías anunciado por los profetas y largamente esperado por Ella.
Y en el momento en que completó la imagen del Mesías, formada en su meditación, apareció el Ángel invitándola a ser Madre de Aquel a quien su espíritu había concebido.
Por tanto, una primera tarea en la vida de Nuestra Señora fue concebir, a través de su inteligencia, cómo sería el Hijo de Dios, y tal concepción la haría con sumo cuidado, evitando toda distracción y descuido que pudiera hacer un poco menos clara, menos santa, la imagen que Ella estaba llamada a tener de Aquel que, sin Ella saberlo, sería su Divino Hijo.
¡Qué santidad se necesita para imaginar la mirada, el tono de voz, los gestos, el caminar, el reposo divino del Hijo de Dios! ¡Qué alma se necesita para intentar algo como esto y tener éxito!
Aún más, qué alma debe poseer, para que después de haber hecho este trabajo interior de composición, Dios le diga: "¡A quien tú has ideado, tú lo engendrarás!" Qué maravilloso premio es este: "¿Lo pensaste, dedicaste tu mente a resolverlo? ¡Aquí lo tienes! Lo hiciste con tanto amor y éxito, que te aseguro: '¡Tú lo engendrarás!'". ¡Nunca ha habido ni habrá un premio igual en la historia del mundo!
Jesús se despide de su Madre
Nuestra Señora se encargó de cuidar al Niño para que en ningún momento sintiera un pequeño sufrimiento por el frío o por el calor, y que todo su desarrollo físico y mental fuese perfecto. Ella tenía la enorme responsabilidad y obligación de llevar su tarea al punto perfecto, y ese punto perfecto fue el momento feliz y triste cuando Jesús, creciendo, le dijo:
– Madre, estoy plenamente constituido y formado. Ha llegado mi hora; voy a predicar, para maravillar a los hombres y ser crucificado por ellos. ¡Madre mía, adiós!
Cristo se despide de su Madre, Retablo de la la Dolorosa, Centro Cultural / Arte Contemporáneo, Cdad. de México, D.F. |
Podemos imaginarnos a Nuestra Señora yendo a la puerta de la casa, viéndolo bajar por el camino, quizás al anochecer, y contemplando Su sombra que se extiende por el camino. Después, cerró la puerta y se quedó sola. ¡Quizás, para consolarla, los Ángeles comenzaron a cantar! Sin duda, era maravilloso, pero no era lo mismo que ver a Su Hijo y manifestarle su cariño y respeto. Sólo escuchar, por ejemplo, el eco de sus pies divinos en aquel piso pobre, la ponía sumamente contenta. ¿Qué sería el caminar de un rey, de un general, de un maestro, comparado con eso? !Pobres reyes, pobres generales, pobres maestros… ¿Qué es todo esto comparado con el resonar de un paso del Mesías sobre las tablas de madera de la santa casa que se encuentra en Loreto? ¿Quién remediaría esta ausencia?
El Evangelio, a lo largo de su narración del Evangelio, cita varias veces a Nuestra Señora, sobre todo, en aquel encuentro con su Divino Hijo rumbo al Calvario. En mi opinión, es la escena más conmovedora que haya ocurrido en la Tierra.
La misión de engendrar sucede a la de cuidar
María Santísima tenía pues, una primera misión: concebir al Hombre-Dios, y lo concibió espléndidamente y tenía también la misión de engendrarlo, y para eso se cuidó mucho de que todo saliera perfecto y que esta gestación fuera para el Divino Embrión como un sol que sale todo perfectamente correcto, adecuado, conveniente, santo. Imagínese su éxtasis cuando sintió en sus entrañas virginales que Él se movía, comunicándose con Ella cuando conversaban por medio de la oración.
Luego, la tarea de engendrar perfectamente bien a Jesús es sucedida por la de cuidarlo, también perfectamente. Termina una tarea, comienza otra. El Niño nace, es el final de todo un período que comienza desde su primera reflexión sobre cómo sería el Salvador hasta el momento de su nacimiento. Y contempla, por primera vez, ese rostro que tanto había querido contemplar: el rostro pequeño de un niño inocente, pero ya la fisonomía de un Rey, de un Maestro, de Quien hará milagros, porque lo sobrenatural irradiaba en Nuestro Señor de tal manera que se tiene la impresión de que al acercarse a Él cualquier enfermo se curaría inmediatamente.
La Virgen confeccionando la túnica inconsútil |
Sin duda, una de las tareas de la Santísima Virgen fue vestir a su Divino Hijo. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios les hizo las primeras vestiduras. Cuando nació el Niño, fue la criatura humana la que vistió a Dios. ¡Qué hermoso y meditativo es todo esto!
El niño ha nacido en medio de peligros. Todo embarazo conlleva riesgos. Pero después de todo, Él nació. ¡Oh buen suceso! Es la prueba de que la gestación fue perfecta. La madre toma al niño, y lo llevará poco después al Templo y ofrece a Dios esa criatura que es de Dios, porque Él lo creó. ¡Allí estaba el Hijo de Dios!
Patrona del Reino de María en la Tierra
¿Qué significa un buen suceso? Un suceso es digno de mención, es algo que requiere cuidado, esfuerzo y resultados. ¡Es hijo del esfuerzo, de la dedicación y del heroísmo!
Quienes reciben por encomienda una ardua tarea para cumplir, contraen al mismo tiempo una gran responsabilidad, una serie de cosas difíciles por hacer para llegar a un resultado, y cuando logran un buen resultado habrán obtenido un buen suceso.
Por tanto, Nuestra Señora del Buen Suceso es la patrona de todos aquellos que buscan un buen suceso en beneficio de la causa de Ella, es decir de quienes trabajan para que el reinado del Corazón Sapiencial e Inmaculado de María sea implantado en toda la Tierra.
¡Cómo merece llamarse "buen suceso" el éxito de quienes, en la oscuridad de la noche del neo paganismo actual, trabajan para que nazca el sol del Reino de María!
¡Todos los que trabajan a favor de la Contrarrevolución, en última instancia actúan para que el sol del Reino de María aparezca sobre el mundo! Es algo parecido a una gestación, y el Reino de María será admirablemente un buen éxito, un magnífico buen suceso.
Quizás ahí se encuentre la explicación del por qué Nuestra Señora aparece tan regia en la imagen que la representa, en el convento de las concepcionistas de Quito, esculpida milagrosamente por los ángeles.
Nuestra Señora del Buen Suceso, Real Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito |
Durante una de sus apariciones a la Madre Mariana de Jesús Torres, la Santísima Virgen dio todas las indicaciones de cómo debía ser confeccionada su imagen, incluyendo el tamaño, tomando el cordón del hábito de la Madre Mariana y midiéndose a Sí misma.
El escultor empezó a hacer la imagen y no podía plasmar la belleza incomparable de la Madre del Redentor. Un buen día llegó al coro donde estaba tallando la imagen en madera y la encontró terminada.
Después de eso, y en incontables ocasiones, Nuestra Señora se aparecía para conversar con la Madre Mariana y caminaban juntas por aquellos claustros del Monasterio. Como prueba de la autenticidad de estas apariciones, al amanecer, el manto de la Virgen aparecía humedecido con gotas del rocío. ¡Qué maravilla! ¡El rocío cayendo sobre el manto de la Reina del Cielo y de la Tierra! ¡Ningún palacio, ninguna diadema real, nada tendría la belleza de aquellas gotas de rocío posándose y centelleando sobre el manto de la Virgen!
Ella aparece trayendo en sus brazos al Buen Suceso por excelencia que es Nuestro Señor Jesucristo, pero aparece también para prometer al mundo la implantación del Reino de María en la Tierra, no sin antes prometer terribles castigos si la humanidad no se convierte.
Entonces Nuestra Señora del Buen Suceso, bien puede ser una patrona señalada muy afortunadamente para el momento en que finalmente el Reino de María nazca en la Tierra, e hijos indignos de la Santísima Virgen, pero amorosos y colmados de admiración, podrán decirle cuando aparezca la luz de Su Reino:
"Señora, te presentamos el mundo que Tú iluminas; la luz de tu Reino es nuestro suceso; ¡Madre nuestra, es tu suceso! Tú hiciste todo, comenzando por hacernos a nosotros. Cuando éramos niños y nos llevaron a las pilas bautismales, ¿Qué mérito teníamos para eso? Fueron tus oraciones las que nos alcanzaron esa gracia. ¡Y qué gratitud tan grande deberíamos tener por ese asombroso regalo!".
Fue el Hijo engendrado por Ella quién trajo esta gracia al género humano, pero esa gracia, de alguna manera, comenzó a hacerse presente en el mundo en el momento en que Ella dijo: "¡Fiat mihi secundum verbum tuum!" – "¡Hágase en mí según tu palabra!". Y brotó sobre el mundo en el momento en que el Padre Eterno le pidió su consentimiento para que Nuestro Señor Jesucristo muriera en la Cruz. Y Ella hizo algo sublimemente terrible, diciendo: "Que muera, pues, por amor al género humano y para que se haga tu voluntad".
Nuestra Señora del Buen Suceso, ruega por nosotros.
Artículo elaborado con trechos de una conferencia de Plínio Corrêa de Oliveira para jóvenes, en la ciudad de São Paulo, el 2 de febrero de 1985.
Hermosa lectura. Enriquecedora de fe, gracias x compartir, saludos.
ResponderEliminarMadre bendita, ruega por nosotros
ResponderEliminarLindísimo artículo! Muchas gracias
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