Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará







     Cuando León XIII murió en 1903, la expectativa general era saber quién dirigiría el timón de la Barca de Pedro en aquellos tiempos ya muy difíciles.

     El mundo estaba febrilmente infectado por el liberalismo anticlerical, uno de los frutos perniciosos de la Revolución Francesa que tensó las relaciones entre la Sede Apostólica y varias naciones europeas. La revolución industrial, a su vez, creó situaciones propicias para la propaganda de los principios marxistas de la lucha de clases y del anarquismo, en el naciente medio proletario.

     La situación era crítica incluso en las naciones católicas. En Italia, un gobierno usurpador y violento privó al Romano Pontífice de sus Estados, confinándolo en el Vaticano, y creó obstáculos a la acción de la Iglesia. En Francia, una oligarquía masónica —cuyos exponentes fueron Briand, Clemenceau, Waldeck-Rousseau y Combes— impuso la aprobación de varias leyes abiertamente antirreligiosas, preparando el terreno para la separación entre Iglesia y Estado en 1905.

     Portugal se encontró luchando con el fermento revolucionario que culminaría con el asesinato del rey Dom Manuel y del príncipe heredero en 1908, y con la proclamación de la República dos años después. Por no hablar de una serie de medidas contra la Iglesia, como la expulsión de los jesuitas, la supresión de congregaciones religiosas y la aprobación del divorcio.

     También, en la otrora fiel y católica España, soplaban con violencia vientos liberales y anarquistas que llevaron a un intento de asesinar al rey Alfonso XIII el mismo día de su boda. Y el imperio austrohúngaro mostró tantos síntomas de decadencia religiosa y moral temiéndose constantemente su ruina.

     No menos trágica para la Iglesia y la civilización cristiana, fue la situación en el bloque católico más grande del universo, América Latina, donde las naciones jóvenes emulaban en impiedad a las antiguas naciones europeas.

     En Brasil, la famosa "Cuestión Religiosa", logró llevar ante los tribunales al intrépido obispo de Olinda, Dom Vital Maria Gonçalves de Oliveira, y condenarlo a cadena perpetua con trabajos forzados. En Ecuador, los líderes católicos eran perseguidos y obligados a exiliarse. En México ya se perfilaban en el horizonte los nubarrones de la tormenta revolucionaria, que poco después desencadenó una de las persecuciones religiosas más crueles e implacables que conoce el mundo moderno.

     Sobre todo, dentro de la propia Iglesia, la situación era grave. Errores filosóficos muy de moda, como el naturalismo, el racionalismo y el cientificismo, junto con un fuerte liberalismo, influyeron ampliamente en la teología y distorsionaron la Fe, al mismo tiempo que enfriaron el amor a Dios en las almas.

     Tales errores habían penetrado profundamente en amplias esferas del clero, en los establecimientos educativos, incluso en los seminarios, creando un espíritu de novedad y una rebelión creciente que amenazaba con hacer zozobrar la Barca de Pedro, de no poseer ésta la promesa de su perpetuidad.

     Para afrontar este terrible panorama, se hacía necesario el advenimiento de un Papa que figuraría entre los más grandes de la historia de la Iglesia. Por obra del Divino Espíritu Santo, que no abandona a su Esposa Mística, y a ruegos de María Santísima, el mundo tuvo el Pontífice que necesitaba: Giuseppe Sarto, Patriarca de Venecia, elegido bajo el nombre de Pío X.

Entrada de Mons. Giuseppe Sarto en Venecia como Patriarca (24-11-1894)

Suave... pero fuerte

     ¿Quién era Pío X?, el nuevo papa de cuya bondad y dulzura mucho se hablaba en Venecia, de donde provenía como Cardenal-Patriarca. 

     "Es un conciliador", pensó el Gobierno italiano, entendiendo por este calificativo a un hombre débil, dispuesto a llegar a un acuerdo con la Revolución. Sin embargo, la famosa bendición Urbi et Orbi, primer acto del Pontífice, la impartió desde uno de los balcones interiores de la Basílica de San Pedro, para así ratificar la protesta de sus predecesores contra la toma de Roma por las tropas revolucionarias.

     "Un 'cura rural', no acostumbrado a la pompa del Vaticano ni a tratar con grandes personajes", pensaban en cambio los embajadores y enviados de potencias extranjeras. Sin embargo, no fue esa la impresión que dejó Pío X después de la primera audiencia general, cuando el representante prusiano, expresando el pensamiento de los demás diplomáticos, preguntó a Mons. Merry del Val, Secretario en funciones del Estado Vaticano, al salir de la  Sala del Trono: "Díganos, Monseñor, ¿qué tiene este hombre, que tanto atrae?" —"¡Es un santo, un hombre de Dios!", respondió el eclesiástico, posteriormente elevado a Cardenal y que desempeñaría un papel muy importante en ese Pontificado. 

     Para el Abad de Cigala, capellán del Cónclave, "la fuerza de los rasgos y la dulzura de la mirada del papa Sarto, eran frutos de una vida interior y de una Fe ardientes", y que hacían creer "en una resurrección del inmortal Pío IX". Sin embargo, aclara el cardenal Mercier, arzobispo de Malinas (Bélgica): "La bondad invencible del Santo Padre no tenía nada del sentimentalismo de los débiles: ¡Pío X era fuerte!". 

     Eso lo reconoció también el ex canciller del Imperio alemán, el príncipe Von Bülow, en un comentario hecho también al cardenal Merry del Val, luego de una entrevista: "He conocido a muchos monarcas y legisladores, pero pocas veces he encontrado en ninguno de ellos una percepción tan notable de la naturaleza humana o conocimiento como el que Su Santidad posee de las fuerzas que gobiernan el mundo y la sociedad moderna". Y de hecho, tiempo después, Pío XII proclamaría que, "con su mirada de águila pero perspicaz, y más segura que la corta vista de los miopes razonadores,  —San Pío X
vio el mundo tal como era, vio la misión de la Iglesia en el mundo [...] y cuál es su deber en el seno de una sociedad descristianizada [...] contaminada por los errores del tiempo y la perversidad del siglo".

"Restaurar todo en Cristo" 

San Pío X 

     El historiador R. Aubert afirma que San Pío X fue esencialmente un reformador —el mayor de todos, después del Concilio de Trento—, y que la reforma por él emprendida era bien exactamente lo contrario de la deseada hoy por tantos eclesiásticos, para quienes, reformar significa incorporar los errores modernos dentro de la Iglesia. Para el santo, reforma significó extirpar las herejías que en ella se habían infiltrado. Y el ya citado cardenal Mercier se pregunta: "Si hubiera existido en la Iglesia, en tiempos de Lutero y Calvino, un papa del temperamento de Pío X, ¿habría podido el protestantismo llevar a un tercio de Europa a romper con Roma?".

     El Pontificado de San Pio X se lo puede resumir en el guión que él mismo esbozó en su Programa-Encíclica: "Restaurar todo en Cristo". Dicha preocupación ya la había tenido cuando era obispo de Mantua. Posteriormente, como cardenal de Venecia, su primera Carta Pastoral contenía, en términos generales, el pensamiento de la futura Encíclica. 

     En ella, el papa santo expresa que la apostasía del mundo, "esa detestable y monstruosa iniquidad [...] por la cual el hombre reemplazó a Dios", representa una tal "perversión de los espíritus" que cabe preguntarse si ya no se produjo el advenimiento "del hijo de la perversión". Pues la forma en que "se lanza el ataque a la religión, en que se embiste contra los dogmas de la fe y se tiende obstinadamente a aniquilar toda relación del hombre con la Divinidad", es una de las características del Anticristo.

     Para que haya una restauración, los buenos, deben "proclamar en voz alta las verdades enseñadas por la Iglesia sobre la santidad del matrimonio, la educación de la infancia, la posesión y uso de los bienes temporales, sobre los deberes de quienes administran los asuntos públicos". Ahora bien, si no hay verdaderos sacerdotes, "revestidos de Cristo" esto no será posible. Por lo tanto, es necesario reformar los seminarios y velar por que los nuevos sacerdotes no se dejen seducir "por las maniobras insidiosas de una determinada ciencia nueva". 

     "El día en que en cada ciudad, en cada aldea, se guarde cuidadosamente la Ley del Señor [...] no faltará nada para que contemplemos la restauración de todas las cosas en Cristo". Con esto, incluso "los intereses temporales y la prosperidad pública" felizmente también resurgirán. Y habrá en la tierra "la paz de Cristo, en el Reino de Cristo". 

     No corresponde analizar aquí el pontificado de San Pío X, para ver cómo él siguió al pie de la letra este programa. Sólo lo publicado en Cartas Apostólicas, Motus Proprios, Encíclicas y discursos, superan los 350 documentos. Si a esto le sumamos los decretos de las Congregaciones Romanas y los diversos documentos emitidos por la Secretaría de Estado, a los que el Papa no estaba ajeno, llegamos al número 3322, convirtiendo a su pontificado de once años, en uno de los más fructíferos de la Historia de la Iglesia.

     Basta pensar en la monumental labor de recodificación del Derecho Canónico, que duró todo el Pontificado de San Pío X, siendo promulgada sólo durante el de Benedicto XV; en la fundación del Instituto Bíblico; en la reforma de la Curia Romana; en la institución del Acta Apostolicae Sedis, el boletín oficial de noticias del Vaticano; en la reforma del Breviario Romano; en las normas dadas para la disciplina y reforma del Clero, además de todas las medidas para facilitar la frecuente comunión de los fieles, anticipar la Primera Comunión de los niños, regular la comunión de los enfermos, preparar adecuadamente el catecismo, orientar el canto litúrgico, etc.

El Modernismo


     Al condenar el movimiento Sillón —en muchos sentidos un precursor del progresismo actual— afirma San Pío X que este "siembra [...] nociones equivocadas y funestas [...] como la de que toda desigualdad de condición es una injusticia o, al menos, una justicia menor. Princípio soberanamente contrario a la naturaleza de las cosas, generador de envidia y de injusticia, subversivo de todo orden social". 

     Sin embargo, fue la secta modernista infiltrada en la Iglesia —a la que describió como la "síntesis de todas las herejías"— la que más lo hizo sufrir y le causó más preocupaciones, debido a su profunda nocividad y sutileza. Además de numerosas acciones, de San Pío X emanaron tres importantes documentos para condenarlo: el Decreto Lamentabili sane exitu, del 4 de julio de 1907, que condena 65 proposiciones modernistas; la encíclica Pascendi dominici gregis, del 8 de septiembre del mismo año, en la que condena directamente el modernismo —la más larga de su pontificado, por lo delicado del asunto—; y, finalmente, el Motu Proprio Praestantia Scripturae sacrae, del 18 de noviembre del mismo año.

     El Santo Pontífice, que tan bien supo desenmascarar y condenar al modernismo, seguramente obtendrá abundantes gracias para los fieles de nuestro tiempo, mucho peor que la época de aquella herejía. Sí, la época trágica en la que vivimos, en la que, según Pablo VI, está en marcha un misterioso proceso de "autodemolición de la Iglesia", en el que está penetrando el "humo de Satanás"

La conspiración de los Modernistas

Padre George Tyrrell, excomulgado por San Pío X 

     La herejía modernista fue fulminada con vigor angelical por San Pío X, en 1907. Al año siguiente, el padre George Tyrrell, sectario excomulgado por el pontífice santo, escribiría a un confidente romano:

     "Viendo a mi alrededor, me veo obligado a reconocer que la ola de resistencia modernista ha terminado, ella ha agotado por ahora todas sus fuerzas. Debemos esperar el día en que, mediante un trabajo silencioso y secreto, hayamos conquistado para la causa de la libertad una proporción mucho mayor de las tropas de la Iglesia". 

     Esta "obra silenciosa y secreta" es explicada cínicamente, en los siguientes términos, por uno de los autores de la herejía modernista, Antonio Fogazzaro, en su novela Il Santo, posteriormente condenada por San Pío: "Debemos constituir una masonería católica ... la masonería de las catacumbas". ¿Y quiénes pertenecían a esta "masonería católica"? El propio Fogazzaro responde: "Su nombre es legión. Ella vive, piensa y trabaja en Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Italia. Viste sotana, uniforme o casaca. Enseña en las universidades, se esconde en los seminarios, difunde su lucha en los medios de prensa y reza en el silencio profundo de los claustros". 

Novela Il Santo, de Antonio Fogazzaro, condenada por San Pío X

     Tiempo después de la publicación de esta obra, San Pío X, asaltado por una repentina y extraña enfermedad, entregó su alma a Dios en 1914.

     A propósito del fallecimiento del santo Pontífice, un sacerdote italiano, el padre Genocchi, vinculado a los conspiradores modernistas, escribió: "Ahora respiramos más cómodamente ... varias víctimas de la locura y del fanatismo están siendo rehabilitadas, y otras más también lo serán".

     Un grupo de neomodernistas llevó a cabo el "trabajo silencioso y secreto" propuesto por el sacerdote apóstata Tyrrell. Este organismo sentó las bases de la corriente que luego se denominaría la Nueva Teología. 

     Los autores de estas nuevas doctrinas difundieron sus escritos en copias mecanografiadas y anónimas, que circularon de mano en mano en los seminarios europeos y en los conventículos de laicos "comprometidos", intoxicando así al futuro clero y a los laicos con nuevas ideas. Un divulgador de estos panfletos afirmó que una "ola irresistible se estaba apoderando de las nuevas generaciones del Clero". 

     De toda esa amplia infiltración, surgirían a lo largo de las décadas, el  "Movimento Litúrgico", en el campo religioso, y el llamado "Progresismo católico", en el campo sócio-político.

     Hans Küng, uno de los próceres de esa nueva orientación, rinde en los siguiente términos, homenaje a aquellos neo-reformadores, a los que considera sus precursores, en su obra Veracidad — El futuro de la Iglesia:

     "No fue nada insignificante el sufrimiento de esos precursores de una nueva veracidad [dentro de la Iglesia]... Tenemos todos los motivos para inclinarnos con respeto y gratitud ante el compromiso cristiano de esos héroes silenciosos de una lucha por una veracidad renovada, por el futuro de la Iglesia, una lucha que, en aquel momento, parecía tan poco prometedora. Gimiendo bajo el yugo de la mentira, ellos nunca la abandonaron (a la Iglesia de Dios)...

     "Lo que algunos comenzaron, con modestia e insignificancia, ahora se ha desarrollado y multiplicado muchas veces: en la renovación de la teología, de la liturgia, de la vida eclesiástica en general, en el encuentro con el mundo moderno profano. Y se demostró que aquellos exploradores eran ... las tropas de vanguardia de un ejército lento, sin duda, pero en el fondo, muy dispuesto a continuar, y  frente al cual, algunos representantes oficiales de la teología y de la dirección de la Iglesia se mostraron como una retaguardia". 

VIDEO:
LA CANONIZACIÓN DE SAN PÍO X




Artículo del Sr. Plínio María Solimeo, extraído de blogdafamiliacatolica.blogspot.com 

6 Comentarios:

  1. Excelente resumen, de un Santo Papa!

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  2. EXCELENTE ARTICULO, SAN PIO X, UN VERDADERO SANTO QUE DESCRIBIÓ EXACTAMENTE EL INFIERNO QUE ESTAMOS HOY VIVIENDO CON EL MODERNISMO

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  3. Con gozo y orgullo podemos exaltar a muchos Valientes Defensores de la Fé, que desde comienzos del Cristianismo, los antiguos herejes, y los modernistas de este tiempo, han querido y quieren cambiar o desaparecer la fé y nuestras convicciones en el Cristo que murió por toda la humanidad. Pero si Conocemos y Vivimos Según sus enseñanzas, eso no pasará. Con Cristo todo sin Él nada. Viva Cristo Rey!!

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  4. Un hermoso reportaje Gracias 🙏

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  5. Es una bendición muy grande que dentro de nuestra iglesia Católica
    Tengamos tantos Santos
    Tenemos que orar por nuestros sacerdotes Obispos y por el Papa Francisco para que hayan muchos Santos para la Gloria de Dios 🙏🙏

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  6. Gracias x compartir tan importante informaciòn. Preocupada me quedo xq esta guerra contra la iglesia Catòlica no es de ahora, naciò con el hombre y seguirá hasta el final de los tiempos. Debemos defender nuestra fe y luchar contra el maligno q quiere destruirnos a toda costa.

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