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Stille Nacht, la canción de Navidad 

que bajó del Cielo



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El canto Stille Nacht comentado por 

Plinio Corrêa de Oliveira (en portugués)



La simple y llana historia de un himno providencial


     Hertha Ernestine Pauli (1906-73) en su libro Ein Lied vom Himmel (Una canción del cielo) cuenta la historia del Stille Nacht. Ahí señala que la aldea austríaca de Oberndorf es vecina de Salsburgo, la famosa ciudad natal de Mozart. En el centro de la misma, a orillas de un sonoro riachuelo de montaña, el Salzach, se alza la iglesia de San Nicolás, cuya torre domina el paisaje. En 1818, San Nicolás era una construcción pequeña y pobre, rodeada de pocas casas. Visto desde uno de los altos picos que lo circundan, este pequeño conjunto arquitectónico parece un remoto nido de pájaros entre altas montañas.

     Un joven sacerdote, Joseph Franz Mohr (1792-1848), era párroco de San Nicolás. También había una escuela en la aldea, cuyo maestro era Franz Xaver Gruber (1787-1863), un modesto organista y compositor, gran amigo del padre Mohr. Eran las personas más instruidas del lugar. Franz era cinco años mayor que el padre Mohr y tenía 29 años de edad cuando fue destacado para enseñar en la escuela de Oberndorf. En la tranquilidad de la aldea, podían seguir con la mayor calma las inspiraciones poéticas y musicales de sus corazones. Gélidos inviernos los recogían en sus casas, donde se dedicaban a escribir y componer.

     Con una clara vena poética, el padre Mohr expresaba a menudo sus pensamientos por medio de versos simples y sin mayores pretensiones, donde interpretaba los sentimientos de su región y de su país. En vísperas de la Navidad de 1818, dirigió su mirada a las montañas vecinas —cuyos caminos solía recorrer en las visitas pastorales a sus feligreses, en el silencio de los valles y en medio de los pinos nevados— y sintió promesas de paz y de bendición propias de la Noche Sagrada en que nació el Salvador.

     Estas percepciones de su sensibilidad le hicieron caminar suavemente entre los abundantes copos de nieve, acompañando el repicar de las campanas de las aldeas vecinas. Se le ocurrió entonces ofrecer al Niño Jesús la poesía que palpitaba en su pecho. Escribió un poema corto, inocente y puro, que hoy es la letra de la canción navideña más famosa del mundo: el Stille Nacht.


Modesto debut musical, en la Navidad de 1818

     — “Estos versos también palpitan en mi alma”. El padre Mohr pronto le mostró el poema a su amigo Gruber. El maestro de escuela recibió el escrito del sacerdote, lo leyó atentamente y le hizo una confidencia:

     Volvió a leer el poema, pensando en las notas musicales para cada frase, y pidió su consentimiento para componer una canción:

     — “Si la composición sale bien, quizás podamos cantarla en Nochebuena”.

     En las primeras notas —todavía vacilantes, corregidas sucesivamente, modificadas, pero ya sorprendentemente encantadoras— el padre Mohr se dejó maravillar. Luego llevaron el texto y la partitura al coro de la pequeña iglesia de San Nicolás, compuesto por feligreses con buena voz, que la admiraron y la ensayaron. Embelesado, el coro la cantó por primera vez la noche de Navidad de 1818.

     Poco después, un conocido constructor de órganos, Karl Mauracher, de paso por la aldea, escuchó en recogido silencio la canción navideña recién compuesta. Cogiendo su larga barba, dijo pausadamente:

     — “Me gustaría escuchar eso una vez más, señor Gruber”.

     El profesor atendió el pedido del instruido organista y junto con el sacerdote la volvió a cantar. De regreso a la ciudad, Mauracher pidió permiso para llevarse la letra y la partitura. Allí la envió a otros coros, recomendándola con su autoridad musical. No hubo quien no la admirara y comenzó a ser interpretada con motivo de las fiestas navideñas, pues sería inapropiado fuera de aquel ambiente. Y así, de Navidad en Navidad, dondequiera que era presentada, la canción transportaba las almas al pesebre donde dormía el Divino Niño, impregnándolas con la unción que emanaba de la Sagrada Familia.

     El Stille Nacht despertaba la imaginación. Y esta es exactamente la finalidad de la música. Era como una rendija entre las tablas del establo de Belén, a través de la cual se podía escuchar y sentir ese momento grandioso de la gruta bendita, en la vida doméstica de la Sagrada Familia.

     Así, la música comenzó a extenderse por la región vecina del Tirol y luego por toda Austria. Cruzando los Alpes, llegó a Alemania, y desde entonces ha sido cantada con ternura y compenetración en todo el mundo cristiano.



Fuente: 

Revista Catolicismo

2 Comentarios:

  1. En medio del bullicio de las visitas de familiares, incluso de una sobrina nieta de 4 años, que me pidió acompañarla de aquí a allá, del barullo de las preparaciones y de mensajes de buenos deseos, tuve la oportunidad de ver su lindo video.

    Me arrancó no se cuantos suspiros, me trasladó a la infancia, trajo a mi memoria los múltiples belenes que desde niño vi, recordé las luces y velitas, también recordé a San Nicolás (no papá Noel), mi mamá tenía una imagen de cerámica de aquel obispo de Bari, con un saco lleno de dulces y juguetes y su solideo...

    Aún conservamos pocas cosas de aquel tiempo, pero han perdido aquel ambiente sacral y orden, ahora solo hay dolor porque no pocos familiares han perdido ese orden antiguo y que se expresa en vidas destruidas por vivir mal, según el mundo moderno.

    En medio de una época bagarresca, de tantas ofensas, de tantos crímenes, herejías, apostasía, abominaciones, cultos a demonios... su video es muy consolador, y estoy seguro que ha ganado una sonrisa del Niño Dios y causa de alegría de NSBS.

    Feliz Navidad.

    In Iesu Christo Domino nostro.

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  2. Hermoso Dios les pague y bendiga

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