Los hechos presentados a continuación los publicó por primera vez, en 1858, la periodista católica polaca afincada en París, María Winowska, en su libro "Les Voleurs de Dieu", de la editorial Saint-Paul de la capital francesa, que luego fue reeditado muchas veces y en varios idiomas.
Maria Winowska (1909-1993) fue una de las fundadoras de la revista "Verbum" en Polonia en 1933 (cuando tenía 24 años). En 1940 vivía en Toulouse, Francia, y colaboró con la resistencia francesa y los servicios secretos aliados. No fue una desconocida: en 1950 recibió un premio de la Academia francesa por su libro "Le Fou de Notre-Dame, Le Père Maximilien Kolbe".
Diplomada en filología clásica, devota de Santa Faustina Kowalska y del Padre Pío, era muy crítica con la jerarquía polaca y cierta izquierda cuando parecía ceder a presiones del gobierno comunista y a menudo la criticaba en libros con pseudónimo (por ejemplo, con el nombre Pierre Lennert, escribió "La Iglesia Católica en Polonia").
La fuente de la historia relatada a continuación es un sacerdote húngaro al que la periodista llama "Padre Norbert", que es quien se la contó. Este sacerdote huyó de Hungría en 1956, con la invasión de los tanques rusos, pocos meses después de los hechos que aquí cuenta. El suceso se dio en la escuela del pueblo húngaro que él atendía, cuyo nombre no proporciona, pero especifica que tenía unos 1.500 habitantes. Puesto que el libro se publica menos de dos años después, es un hecho fresco en su memoria. Las fuentes del sacerdote son varias de las niñas que asistieron al hecho.
Dictadura comunista, maestra atea militante
Se acercaban las fiestas de Navidad de 1955 en aquel pueblo húngaro bajo la dictadura comunista. La maestra, Gertrudis, atea y comunista, tenía como objetivo educar a las niñas de la escuela en el ateísmo y el materialismo marxista. El párroco Norbert así lo narra a la periodista Winowska:
"Ella aprovechaba cualquier ocasión para burlarse, denigrar y despreciar la fe de sus alumnas. Se la tomaba sobre todo con las niñas que recibían con frecuencia la Sagrada Comunión. En el curso de 4ºA, la mejor alumna era Angela, quien no sólo era muy inteligente, sino además era una chiquilla buena y generosa, gracias a lo cual se ganaba la simpatía de sus compañeras. Un día me pidió permiso para recibir a diario la Sagrada Comunión. Le pregunté: '¿sabes a lo que te expones?' Riéndose, me respondió muy resoluta: 'Señor cura, a ella le costará trabajo pillarme haciendo alguna falta, se lo aseguro'".
Gertrudis se embarcó entonces en una auténtica cruzada por encontrar en su devota alumna de 10 años algún motivo para hacerle la vida difícil.
Cuando el sacerdote preguntaba a la niña si no sería demasiado acoso para ella, Angela respondía que no, que aún no le habían escupido como a Jesús.
"Gertrudis, dejando de lado el cumplimiento del programa educativo, desplegaba sobre la clase todo un arsenal de argumentos en contra de la fe, frente a los cuales Angela no era capaz de responder. Se quedaba de pie callada y cabizbaja, conteniendo el llanto. Tenía una fe inamovible, pero no sabía como defenderla", leemos en "Les voleurs de Dieu".
La fe, una superstición; Cristo, como Caperucita
El 17 de diciembre la profesora puso en marcha un juego burlón buscando terminar con las "supersticiones ancestrales que infestaban la escuela", como solía llamar a las creencias cristianas.
Una imagen clásica de felelés en una escuela húngara |
Hizo poner de pie a Angela en medio de la clase, rodeada de sus compañeras. Era el temido felelés, como llamaban en las escuelas húngaras al ser examinado de pie ante todos los compañeros junto a la pizarra. La maestra planteó lo siguiente:
- A ver, niña mía, cuando tus padres te llaman, ¿qué sucede? Que vienes. Y si llaman al deshollinador, él viene. Pero si llaman a tu abuela no vendrá, porque está muerta. Y si llaman a Barba Azul o a Caperucita Roja, o la Cenicienta o al Gato con Botas, ¿qué pasará?
- No vendrá nadie, porque son personajes de cuentos -respondió Angela.
- Perfecto. Como pueden ver, niñas, los vivos, los que existen, responden al llamado, pero no responderán los que no existen o han dejado de vivir. ¿Está claro, ¿no?
-Sí -respondió en coro la clase. (A las niñas no se les ocurrió ser posible que alguien que está vivo no llegue a oír que se le llame, o que lo oiga pero algo le impida acudir, o que tenga buenas razones para decidir no acudir).
- Supongamos ahora que Ustedes llaman al Niño Jesús. ¿Hay entre ustedes alguna que todavía crea en el Niño Jesús? -planteó la maestra.
Después de un instante de silencio, algunas niñas dijeron tímidamente "sí, sí". La maestra preguntó entonces directamente a Angela, y la niña respondió:
- Sí, yo creo que Él me escucha.
- Muy bien, hagamos el experimento -dijo Gertrudis: -Si el Niño Jesús existe, escuchará tu llamado. Griten entonces, todas juntas y muy fuerte: ¡ven, Niño Jesús! A la una, a las dos... ¡y a las tres!
Las niñas, cabizbajas, no se atrevían a hacerlo. Aquel silencio lleno de tensión quedó roto por el estallido de una sarcástica carcajada de la maestra quien sentenció:
- Aquí es a donde quería hacerlas llegar. Aquí está mi prueba. Ustedes no se atreven a llamarlo, porque saben bien que su Niño Jesús ¡no vendrá! Y si no las escucha es porque no existe, como Caperucita Roja o Blancanieves; porque no es más que un mito, una historia para mujeres buenas que ronronean junto al fuego y que nadie se toma en serio porque no es verdadera -proclamaba Gertrudis, triunfante.
Las niñas, calladas y desconcertadas, pensaban que aquél parecía un argumento de peso. Si el Niño Jesús existe, ¿por qué no se lo puede ver?
Sucede lo inesperado
Angela se colocó en medio del aula -se entiende que entre las niñas, alejándose de la pizarra y la maestra- y con un brillo en los ojos dijo:
- Bien, nosotras lo llamaremos. ¿De acuerdo? Todas juntas: ¡Ven, Niño Jesús! ¡Ven, Niño Jesús!
Las niñas dudaron un poco, pero Angela les habló de nuevo y ellas repitieron el llamado: "¡Ven, Niño Jesús!"
La narración de Winowska, a partir del testimonio del párroco, es detallada, y al parecer se basa en la narración de varias de las niñas, no sólo de una, ya que habla de lo que "contaban después".
"Las niñas no estaban viendo hacia la puerta. Su vista la tenían dirigida al frente, hacia Angela. Entonces la puerta se abrió silenciosamente. Las alumnas vieron sin querer hacia la entrada del aula, cuando -como contaban después- 'toda la luz del día huyó de repente hacia la puerta'. Esa claridad se hacía cada vez más intensa, hasta que al final se formó algo parecido a una esfera de luz. Las niñas quedaron atemorizadas por aquel fenómeno inesperado. Tenían tanto miedo que incluso eran incapaces de gritar".
"De repente, la esfera luminosa se entreabrió y de adentro apareció un niño muy pequeño, quien sonrió a la clase, pero no dijo nada. Como recordaban luego las que habían participado en este acontecimiento extraordinario, se trataba de un niño 'hermoso como nunca antes ellas habían visto', y su presencia 'era de una inmensa dulzura'. El niñito 'estaba vestido de blanco y parecía un solecito'."
"Las alumnas dejaron de sentir temor y la alegría se adueñó de ellas. Algunas niñas se quejaban de que les dolían los ojos por el resplandor que irradiaba Jesús. Otras, en cambio, podían contemplarlo sin problemas. El niño no decía nada, solamente se reía. Al final, desapareció en la esfera de luz, la cual también se fue difuminando poco a poco. La puerta, sin embargo, se cerró igual en silencio".
Un silencio, unos gritos, una oración
"Todo este hecho duró... ¿un instante, un cuarto de hora, una hora? En esta cuestión hay diversidad de pareceres. Con toda seguridad no debió superar el límite de tiempo que marca lo que dura una clase. Las niñas no salían de su asombro y de la impresión eran incapaces de emitir cualquier sonido".
"El silencio lo rompieron, no obstante, los gritos estridentes de la maestra que decía: '¡Ha venido, ha venido!'. A continuación salió corriendo del aula, dando un portazo tras de sí. Angela, en cambio, 'parecía salir de un sueño'. Ella dijo simplemente: '¿Lo ves? Él existe. Y ahora, vamos a darle las gracias'. Todas las niñas se pusieron sumisamente de rodillas y rezaron el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria. Después sonó la sirena del colegio y las alumnas salieron al recreo".
"Esta historia, evidentemente, se difundió enseguida, puesto que Gertrudis repetía sin cesar: ¡Ha venido! ¡Ha venido! En tal estado no podía quedarse más tiempo en la escuela. Al final de todo la internaron en un hospital psiquiátrico. Intenté verme con ella, pero fue en vano, ya que no estaba permitido a los sacerdotes entrar en un centro para enfermos mentales. Angela, en cambio, al acabar la escuela se dedicó a ayudar a su madre, cuidando de sus hermanos pequeños. Pienso que la vocación iba madurando despacio en ella, pero desde que abandoné Hungría no tengo noticias al respecto", concluye la narración que Winowska publicó, a partir de las palabras del sacerdote húngaro, en plena Guerra Fría, y que sin duda reforzó la fe y la esperanza de muchos cristianos en ambos lados del tiránico Telón de Acero.
VIDEO (en portugués)
Fuente:
- Religión en Libertad
- Video: IPCO
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