Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará

 





La Santísima Virgen fue proclamada Reina de toda la creación y Dios le otorgó el gobierno del universo, incluido el gobierno sobre los espíritus celestiales que por naturaleza, son superiores.

Y en esa condición de Reina, una vez que es Madre de Jesucristo, es medianera de todas las gracias. Todos los pedidos dirigidos a Dios pasan por Ella, y todas las gracias que vienen de Dios, llegan por medio de Ella. Es una medianera omnipotente, por eso es llamada “omnipotencia suplicante”. Con Sus súplicas, consigue absolutamente todo cuanto quiere, y nunca se escuchó decir que un pedido hecho por Ella, haya sido desatendido, aun sean los mayores milagros, como en las Bodas de Caná.

María Santísima es la verdadera Reina. Y al consagrarnos a Ella como esclavos según el Método enseñado por San Luis Grignion de Monfort, debemos obedecerle en todo, y luchar por la instauración del reinado de María, que es la restauración de la realeza de Cristo en el mundo. Fue esa la explicitación hecha por San Luis Grignion, en su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen.

En Fátima, Nuestra Señora anunció: “Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará”. Ella ganará, Ella triunfará y luego de triunfar, evidentemente, Ella reinará. Aplastará con su talón una vez más la cabeza de la serpiente, y obtendrá por tanto, una nueva conquista: destruirá el dominio del demonio e implantará Su reino.

Nos consagramos a Ella que es la Reina y que es nuestra Madre. Es Reina de la Misericordia, pero también es una Reina llena de poder. Y el sentido de nuestra vida a partir de esta consagración debe ser que no haremos un solo acto, ni una sola cosa, que no tenga como objetivo el ayudar a establecer el Reino de Nuestra Señora, que no tenga como objetivo sino aplastar a las fuerzas de la Revolución anticristiana y hacer triunfar a Nuestra Señora. Es esto lo que respira una persona verdaderamente consagrada a Ella. Así, al entrar en un salón de clases (un docente consagrado, por ejemplo) debería preguntarse qué hacer para servir a la Virgen en ese lugar, qué puede hacer él para que sus alumnos sirvan a la Virgen y Ella pueda ganar esas almas. O entrando en una oficina, o en una fábrica, o en una finca, o en donde sea, tratar de hacer progresar allí la virtud, revertir el vicio, proclamar la doctrina católica, intimidar el error doctrinario, avergonzarlo, y de esa forma, colaborar para que en esos sitios, nazca una parte del Reino de María.

El papel de los consagrados es ser esclavos, pero esclavos militantes, esclavos de una Reina que está en guerra contra sus adversarios, y a la que por tanto, debemos defender.

Nuestra Señora es una Reina a la que se le reconoció su trono. Esto se lo hizo plenamente durante la Edad Media.

Pero poco a poco, la Revolución y sus secuaces fueron despojándola de sus derechos, fueron negándole todas sus prerrogativas y hoy sólo quedan los últimos cimientos, las últimas infraestructuras del Reinado de María en la tierra.

Nuestra Señora es como una Reina despojada de su trono, de su corona, privada de sus joyas, del cetro, del globo de majestad, le quitaron su manto real, la han atado con unas cuerdas, quieren arrastrarla y acabar por fin con lo que resta de Su realeza: quieren acabar con la propiedad, con la familia, con la tradición, que son los últimos vestigios de la Civilización Cristiana.




En este momento histórico, en el que el mundo entero trabaja contra Ella, existe sólo un puñado de esclavos que gimen, que se afligen, y porque gimen y se afligen sinceramente, se indignan más de lo que podrían indignarse, pues es de ese modo como están sucediendo las cosas.

Y están dispuestos a usar todos los medios lícitos, según la ley de Dios y de los hombres, para evitar que ese último crimen sea perpetrado y que la Reina sea arrebatada de su trono y lanzada por tierra.

Imaginemos a una reina que se encuentre en una aflicción similar, y a la cual uno de sus hijos, un "herejía blanca"(*), se acerca a saludarla, se arrodilla ante ella y recita la oración o fórmula de la Consagración escrita por San Luis Grignion, y al despedirse, le hace una pequeña reverencia, rozándole levemente las manos... La reina reaccionaría sorprendida y le diría: "¿Pero cómo eso? Estoy siendo atacada, haces un acto de amor, ¿y luego te marchas? ¿Qué haces por mí? ¿No lucharás, ni protestarás ni te indignarás? Eres un bellaco. La consagración que haces es nula, es un juego. En estos duros momentos, quien se consagra a mí, debe luchar por mí y quien no lucha por mí hace una falsa consagración".

De modo que el sentido de esta Consagración según el Método de San Luis Grignion de Monfort, es un sentido de lucha. Consagrarse es hacer lo mismo que un soldado que va a la guerra. Está dispuesto a dar su vida, sea en el campo de batalla o en el campo de la paz, luchando continua e incesantemente hasta que llegue el Reino de María. Aquí radica, en esta época histórica, la autenticidad de esta consagración: luchar por la Santísima Virgen. Recemos para que Ella nos dé la fuerza necesaria para llevar esta lucha hasta el final.


Conferencia dictada por Plinio Corrêa de Oliveira a jóvenes católicos, en São Paulo, Brasil, el 31 de mayo de 1965.


Notas: 1. (*) "Herejía blanca": expresión utilizada por el Dr. Plinio en el sentido de "una actitud sentimental que se manifiesta sobre todo en un cierto tipo de piedad azucarada, y en una posición doctrinal relativista, que pretende justificarse bajo el pretexto de una supuesta "caridad" hacia el prójimo". (– cfr. “O Cruzado do século XX – Plinio Corrêa de Oliveira”, Roberto de Mattei, Editora Civilização, Porto, 1998, tópico 7).

2. Las letras en negrita son de nuestra redacción.

Nota de la Redacción:

Además de inculcar a sus discípulos la verdadera devoción a la Santísima Virgen, San Luis Grignion de Monfort los preparó para luchar ante los días decisivos que se avecinaban sobre Francia: un siglo después, estalló la Revolución Francesa, y los lugares que levantaron resistencia contra revolucionaria, fueron mayormente aquellos en los que el gran santo predicó sus enseñanzas.

A continuación, la Oración o fórmula para la Consagración, escrita por San Luis Grignion de Monfort (los ya consagrados deben rezarla a diario).

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CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA ENCARNADA, POR LAS MANOS DE MARÍA



     Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amabilísimo y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre Virgen! Yo os adoro profundamente en el seno y en los esplendores de vuestro Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, vuestra dignísima Madre, en el tiempo de vuestra Encarnación.
     Os doy gracias porque os habéis anonadado Vos mismo, tomando la forma de esclavo, para sacarme de la cruel esclavitud del demonio. Os alabo y glorifico, porque os habéis dignado someteros a María, vuestra Santísima Madre, en todas las cosas, a fin de hacerme por Ella vuestro esclavo fiel.
     Pero ¡ay!, por seros ingrato e infiel, no he guardado las promesas que tan solemnemente os hice en el Bautismo; no he cumplido mis obligaciones; no merezco ser llamado vuestro hijo ni vuestro esclavo, y como en mí nada hay que no merezca vuestra repulsa y vuestra cólera, no me atrevo por mí mismo a acercarme a vuestra santísima y augusta Majestad.
     Por eso recurro a la intercesión de vuestra Santísima Madre, que me habéis dado como medianera ante Vos, y por este medio espero alcanzar la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.
     Os saludo, pues, ¡oh María Inmaculada!, tabernáculo vivo de la divinidad, en donde la Sabiduría eterna, escondida, quiere ser adorada por los ángeles y por los hombres. Os saludo ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido todo lo que hay debajo de Dios. Os saludo ¡oh Refugio seguro de los pecadores!, cuya misericordia no falta a nadie; escuchad favorablemente los deseos que tengo de la divina Sabiduría y recibid para ello los votos y las ofrendas que mi bajeza os presenta.
     Yo (Nombre), pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en vuestras manos los votos de mi Bautismo. Renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me doy todo entero a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz en su seguimiento todos los días de mi vida. Y a fin de serle más fiel de lo que he sido hasta aquí:
     Os escojo hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora. Os entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, dejándoos entero y pleno derecho para que dispongáis de mí y de todo lo que me pertenece, sin reserva, según vuestro amable beneplácito, a mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.
     Recibid, ¡oh Virgen benignísima!, esta humilde ofrenda de mi esclavitud, en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría eterna se ha dignado tener a vuestra maternidad; en homenaje del poder que ambos tenéis sobre este pobre gusanillo y miserable pecador; en acción de gracias por los privilegios con que la Santísima Trinidad os ha favorecido. Protesto que en adelante quiero, como verdadero esclavo, procurar vuestro honor y obedeceros en todas las cosas.
     ¡Oh Madre Admirable!, presentadme a vuestro querido Hijo, en calidad de esclavo eterno, a fin de que, pues me rescató por Vos, me reciba también por Vos. ¡Oh Madre de Misericordia!, concededme la gracia de alcanzar la verdadera Sabiduría de Dios y de colocarme, por tanto, entre los que Vos amáis, enseñáis, conducís, alimentáis y protegéis como a vuestros hijos y esclavos.
     ¡Oh Virgen fiel!, hacedme en todas las cosas tan perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, vuestro Hijo, que llegue, por vuestra intercesión y a ejemplo vuestro, a la plenitud de su edad sobre la tierra y de su gloria en los cielos. Amén.


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