Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará








     La Santísima Virgen dio inicio a sus apariciones en Fátima el 13 de mayo de 1917. En ellas, deploró la decadencia de las costumbres, pidiendo penitencia y reforma de vida, para evitar que Dios tuviera que corregir a la humanidad por medio de un castigo. También pidió la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, como medio de impedir que aquella diseminara sus errores por el mundo.

     Subyugada luego, ese mismo año, por el despotismo comunista, esa nación sería un instrumento del castigo del mundo impenitente, esparciendo dichos errores y promoviendo guerras, así como persecuciones contra la Iglesia y el Santo Padre, lo que fue advertido también por María Santísima, caso el mundo no se convirtiera y no hiciera penitencia.



Misil intercontinental ruso exhibido en un desfile militar en Moscú.


     La escandalosa realidad de los hechos muestra que la humanidad no ha tomado en serio sus misericordiosas advertencias, y todo se ha ido cumpliendo tal como Ella lo anunció.  No obstante, la Santísima Virgen agregó que, después de terribles castigos, por fin su Inmaculado Corazón triunfará.

    El mensaje de Fátima incluía un secreto, cuyas dos primeras partes fueron dadas a conocer por la Hermana Lucía, una de los videntes, el 31 de agosto de 1941, dejando pendiente, por orden de la misma Virgen, la tercera parte, que debía ser revelada en 1960. Sin embargo, el Papa Juan XXIII no quiso darla a conocer.

     Cuatro décadas más tarde, en junio del año 2000, el Papa Juan Pablo II hizo conocer lo que se afirmó ser la parte aún no revelada del secreto.  Este es el texto:

     «Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más arriba, a un ángel con una espada de fuego en la mano izquierda, que, centelleando, emitía llamas que parecían iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el resplandor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él [mundo]. El ángel, señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: “¡Penitencia, Penitencia, Penitencia!” Y vimos, en una inmensa luz, que es Dios, de modo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan delante él, a un obispo vestido de blanco —hemos  tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre—, también a otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran cruz de maderos toscos, como si fueran de alcornoque con su corteza. El Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas, y medio tembloroso, con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino, llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron, uno tras otro, los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres, de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la cruz había dos ángeles, cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en la que recogían la sangre de los mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios».





Sale a la luz pública un impresionante complemento del mensaje de Fátima 

     El 13 de mayo de 2010, en una visita a Fátima, el Papa Benedicto XVI afirmó que «se engañaría quién piense que la misión profética de Fátima está terminada». Y agregó: «El hombre puede desencadenar un ciclo de muerte y de terror sin lograr interrumpirlo. La fe, en vastas regiones de la tierra, amenaza con apagarse como una llama que ya no es alimentada».

     Uno podría haber pensado que, con lo publicado el año 2000, dicha misión profética hubiera concluido. Pero no es así.

     En octubre del año 2013 apareció un documento inédito de la Hermana Lucía, que se inserta en dicho conjunto profético y fue publicado por el Carmelo de Coimbra, convento en el que vivió muchos años y donde murió el 2005. Se encuentra en su biografía («Un camino bajo la mirada de María», Carmelo de Santa Teresa, Coimbra, Ediciones Carmelo, 2da edición, 2017), redactada por sus hermanas del carmelo, y que contiene escritos inéditos de la propia religiosa.





     Dicho documento revela cosas nuevas e impactantes sobre el desenlace de la crisis de un mundo que ha abandonado la fe y las vías de la civilización cristiana. Presentamos a continuación un relato de los hechos que se sucedieron con antelación a una nueva visión y lo que a la Hermana Lucía le fue dado a conocer en ella.


El gran temor que inundó el alma de Sor Lucía antes de escribir el tercer secreto

     A partir de junio de 1943, y durante algunos meses, la hermana Lucía (aún en España como Hermana Dolores en las religiosas doroteas, antes de pasar a las carmelitas de Portugal) se vio muy afectada en su salud. Temiendo que lo peor pudiera suceder, el Obispo de Leiría le ordenó, entre septiembre y octubre, que escribiera la tercera parte del secreto. La vidente se estremeció ante la orden. Se vio entonces embargada por una gran aflicción, y un tormento interior la asaltaba e, incluso, quedaba físicamente imposibilitada de poner por escrito el contenido de la parte aún no revelada.

     En una carta escrita a Mons. Antonio García y García, administrador apostólico de Tuy y arzobispo designado de Valladolid, con quien tenía amistad, le contó los tormentos de alma que le imposibilitaban escribir el tercer mensaje: «Tres veces he intentado escribirlo, pero no sé qué me sucede, me pongo a temblar, y termino sintiéndome incapaz de escribir nada».

     Le escribió también al Obispo de Leiría, diciéndole que lo había intentado en cinco ocasiones pero no fue capaz; que podía escribir con mano firme cualquier otro asunto, pero esta temblaba cuando se decidía a relatar la tercera parte del secreto. Sería dos meses después, el día 3 de enero de 1944, que la hermana Lucía superaría el gran temor que le impedía escribir lo que le había sido ordenado.


Una nueva visión en 1944

     Relata ella: «…el día 3-1-1944… de nuevo hice el intento, sin conseguir nada; lo que más me impresionaba era que enseguida escribía sin dificultad cualquier otra cosa. Pedí entonces a Nuestra Señora que me hiciese conocer cuál era la voluntad de Dios. Me dirigí a la capilla.  Eran las 4 de la tarde, hora en que acostumbraba hacer la visita al Santísimo, por ser la hora en que ordinariamente está más solo, y no sé por qué, pero me gusta encontrarme a solas con Jesús en el sagrario».

     «Me arrodillé en el centro, al pie del peldaño del comulgatorio, y le pedí a Jesús que me hiciera conocer cuál era su voluntad. …. con las manos en la cara, esperaba, sin saber cómo, una respuesta. Sentí entonces que una mano amiga, cariñosa y maternal me toca el hombro; levanto la mirada y veo a la querida Madre del Cielo».

     La Virgen le dice: «No temas, quiso Dios probar tu obediencia, fe y humildad; estés en paz y escribe lo que te mandan, pero no lo que te es dado a entender de su significado. Después mételo en un sobre, ciérralo y lácralo, y escribe por fuera que solo puede ser abierto en 1960…».

     «Sentí —prosigue  la Hermana Lucía— el espíritu inundado por un misterio de luz que es Dios, y en Él vi y oí: “La punta de la lanza, como llama que se desprende, toca el eje de la Tierra. Ella se estremece: montañas, ciudades, villorrios y aldeas, con sus habitantes, son sepultados. El mar, los ríos y las nubes salen de sus límites; se desbordan, inundan y arrastran, en un remolino, casas y gente en un número que no se puede contar; es la purificación del mundo, por el pecado en el cual está sumergido. – ¡El odio, la ambición, provocan la guerra destructora!”



   «Después sentí, en el palpitar acelerado del corazón y en mi espíritu, una voz suave que decía: “En el tiempo, una sola Fe, un solo Bautismo, una sola Iglesia, Santa, Católica, Apostólica. En la eternidad, ¡el Cielo!”

     «Esta palabra, “Cielo”, llenó mi corazón de paz y felicidad, de tal forma que, casi sin darme cuenta, me quedé repitiendo por mucho tiempo: ¡El Cielo! ¡El Cielo!».

     Alentada por estas maravillosas palabras finales, Sor Lucía cobró fuerzas para escribir la tercera parte del secreto, tal como la Virgen le había ordenado: «Tan pronto como hubo pasado la mayor fuerza de lo sobrenatural, fui a escribir y lo hice sin dificultad, el día 3 de enero de 1944, de rodillas, apoyada sobre la cama, que me sirvió de mesa. —Ave  María». Así concluye el relato manuscrito de la nueva visión.



Facsímil del diario espiritual de la Hermana Lucía en donde narra la aparición de 1944.


     Cuanto a la tercera parte del secreto del 13 de julio de 1917 (la parte publicada por Juan Pablo II el año 2000), ella sólo escribió lo que le fue revelado, ateniéndose a las instrucciones que acababa de recibir de la Madre de Dios, que le dijo omitiera lo que se le daba a entender del secreto. Ahora bien, en la nueva visión, Dios le reveló a la Hermana Lucía, como en una película, a la humanidad atada a las cadenas del pecado y enceguecida por la indiferencia con la Ley de Dios.





   La vidente también diría, consternada: «Asusta ver el mundo de hoy, cómo en él reina el desorden, y la facilidad con que se hunde en la inmoralidad. Como remedio, resta solo una solución: arrepentirse, cambiar de vida y hacer penitencia». La advertencia divina era contundente: o la humanidad toma el camino de la enmienda, o la intervención severa de Dios será inevitable.

      Agregó además: «Pero la penitencia y la oración que más pide y exige ahora el Señor, es la penitencia pública y colectiva, junto con abstenerse del pecado... El Señor espera enviar a su ángel con la espada de fuego, para disipar los ejércitos diabólicos que invaden el mundo y destruyen la paz; la paz de la Iglesia, la paz de las naciones, la paz de las familias en los hogares, la paz de las conciencias en las almas. Falta la paz porque falta la fe, y faltan la penitencia y la oración pública colectivas».


Interpretando la visión de 1944

     De la visión, algunas consideraciones y reflexiones son necesarias:

     - En ella, la Virgen le hace «comprender» a la vidente su «significado».  Por lo tanto, no solo bastó la visión. Fue necesario que ella vea, escuche y tenga muy claro todo lo que la Madre de Dios le reveló, realzando de ese modo la grandeza y seriedad del propio mensaje de Fátima.

     - La figura de «la punta de la lanza, como una llama que se desprende» es notablemente parecida a la espada de fuego que sostiene el ángel en la visión del tercer secreto, en 1917. Sin embargo, esta vez la llama no se disipa sino que, al tocar «el eje de la Tierra», convulsiona de tal modo la naturaleza, que hasta «ciudades, villorrios y aldeas con sus habitantes son sepultados». Esto coincide plenamente con la segunda parte del mensaje anunciado por Nuestra Señora en 1917, que «varias naciones serán aniquiladas...».





     - A ese escenario pavoroso se suma la «guerra destructora», que la hermana Lucía entiende que tiene dos causas: «el odio» y «la ambición». Esto coincide de lleno con la «guerra formidable» y la «noche horrorosísima» anunciadas por Nuestra Señora del Buen Suceso en Quito, en 1634, a la Madre Mariana de Jesús Torres.

     - Es importante remarcar que a la vidente le fue dado entender que esas catástrofes son causadas por el pecado que cubre la Tierra, y tienen por objeto la «purificación del mundo». Tras la purificación viene un gran triunfo universal de la Iglesia, representado por la voz que proclama «una sola Fe, un solo Bautismo, una sola Iglesia». La consonancia con la instauración del Reino de María previsto por San Luís María Grignion de Montfort, en su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, es total.

     La revelación de esta visión, 70 años después, se da en instancias muy oportunas, pues nos permite entender los actuales momentos tan convulsionados que vivimos, y prever —por qué no— el desenlace que estos puedan tener.

     Si el mundo actual no renuncia a la impiedad y a la corrupción moral, por fuerza de lógica se concluye que ese desenlace será el castigo advertido, por lo que la difusión de esta visión es oportuna para  comprender cuán necesaria es la purificación y, así, mover a la humanidad a adelantarse a «enderezar sus sendas» (Marcos 1: 3) por medio de una compenetrada y profunda enmienda de vida, conforme con el apelo que la Santísima Virgen hizo en Fátima.





     El mundo se haría, así, acreedor de una misericordia especial de Dios, de cara a un castigo cada vez más probable. Esto, después de la gloria de Dios, sería el mayor beneficio del celestial mensaje, que a todos debe hacernos recapacitar.


Redacción preparada junto con comentarios tomados de las siguientes fuentes:

https://aparicaodelasalette.blogspot.com 

https://www.fatima.org.pe
http://www.rainhamaria.com.br
https://www.credochile.cl

1 Comentarios:

  1. Muy interesante y con un excelente encadenamiento de ideas. Fue como estar en medio de los acontecimientos, y con el deseo inexorable de que pronto se haga realidad.

    ResponderEliminar