Viernes Santo. Devotos del Milagroso Cristo del Consuelo, en Guayaquil, rezan desde la parte exterior del Santuario. |
La situación mundial del coronavirus es grave. Miles de personas mueren por todos lados. La economía en algunos países parece estar en caída libre, con pérdidas de billones de dólares y de millones de empleos. Paradójicamente, mientras en países como Estados Unidos las clínicas de aborto y los dispensadores de marihuana están abiertos, las iglesias en el mundo están cerradas, sin poder administrar los sacramentos. El panorama, por tanto, apunta a desastres médicos, económicos y espirituales.
Agreguemos a esto, los problemas para el futuro. Las corrientes progresistas y liberales vienen advirtiendo de que las cosas no volverán a la normalidad. La crisis del coronavirus "alterará para siempre el orden mundial ", amenazó uno de esos gurús muy publicitados por la midia internacional, Henry Kissinger, en The Wall Street Journal, y él y otros advierten - siempre bajo la óptica de la agenda revolucionaria, de que debemos prepararnos para abrazar un escalofriante futuro posterior a la pandemia.
Al parecer, es poco lo que podrían hacer quienes defienden los principios cristianos para detener ese desastre. Las fuerzas se presentan desproporcionadas, sin embargo, hay un factor que no está siendo considerado: Dios.
El Factor Dios
Sí, Dios ha sido dejado fuera de este panorama amenazante. Los científicos no reconocen el papel divino en el manejo de esta crisis. Dios no figura en las soluciones que ofrecen los políticos y tecnócratas. Con la supresión a nivel mundial de los servicios religiosos, se ha puesto a Dios alejado del manejo de la situación. Sin embargo, Dios está ahí.
Su exclusión no es algo nuevo. Hubo momentos en la historia en que la causa de la Iglesia pareció perdida. Hoy, todas las potencias mundiales están dispuestas y listas para emprender el camino del desastre, sin Dios y sin la Iglesia. Parecen contentos de depender de sus propios recursos, de hacer alarde de su orgullo y de hacer cumplir sus agendas.
Las sorpresas de Dios
Pero no todo está perdido.
En momentos como estos, Dios guarda a veces sus sorpresas que confunden los planes de funcionarios públicos, científicos y políticos revolucionarios. Cuando menos se espera, sus planes comienzan a salir mal. Y sucede lo inesperado.
Lo que normalmente desencadena las sorpresas de Dios, son las almas fervorosas que elevan sus voces al Cielo, pidiendo su ayuda. Tales almas pesan mucho en las esferas celestiales.
Según las corrientes actuales, en países de avanzada como los Estados Unidos, a la vanguardia de la modernidad y de la revolución sexual, dichas almas no deben existir desde hace tiempo. Sin embargo, en estos tiempos de tribulación por la crisis de la pandemia, muchos estadounidenses están recurriendo a Dios. Recientes encuestas indican que el 44% de la población ve en el coronavirus "un llamado de atención" para volverse a Dios, e incluso como una señal de los últimos tiempos. Más de la mitad de la población norteamericana (55%) ha rezado a Dios por el final de la crisis.
Encuestas recientes dan cuenta de que más de la mitad de estadounidenses rezan por el fin de la pandemia (The Washington Post). |
Una inquietud cada vez mayor
Tales movimientos de alma hacia Dios expresan una inquietud cada vez mayor, con una situación que empeora a diario. La gente está perdiendo la fe en la capacidad de los políticos y tecnócratas para dominar el virus. Están confundidos por los medios de comunicación que crean pánico y alarma en torno al tema, hasta el punto de que es casi imposible entender correctamente y priorizar de manera inteligente.
El cierre de las economías amenaza con hacer que la "cura sea peor que la enfermedad". Sobre todo, el cierre de las iglesias ha llevado a muchos a preguntarse: ¿por qué los gobiernos "ponen en cuarentena" a Dios?
Es verdad que la mayoría de las personas no se ha convertido. Aún no están pidiendo ayuda a Dios con gran fervor. Sin embargo, sus miradas están siendo dirigidas a Él. Cada día que pasa, más son los que se preguntan si la solución podría venir de Dios
Preparándose para las sorpresas de Dios
Cuando un número suficiente de personas cambia, las sorpresas de Dios pueden suceder. Él escucha los clamores de su pueblo y puede responder en su favor. Dios escribe recto en líneas torcidas. Por lo tanto, su acción puede no ser la solución instantánea del problema, ya que a menudo el sufrimiento vuelve a las personas mejores y las une a Dios. Sus soluciones pueden ser diferentes de lo que imaginamos, y siempre son mucho mejores. Dios escucha nuestras oraciones y las responde para su mayor gloria y para nuestro bien.
En este panorama muy complejo, mucho depende de nosotros.Tenemos que invocar a Dios con suficiente celo y sinceridad. Si cumplimos con nuestra parte, Dios no nos abandonará. De hecho, Dios actúa en la historia, especialmente en tiempos como estos. Actúa cuando las personas parecen indefensas, para que así quede claro que fue Él quien actuó y cambió la situación. Por lo tanto, estamos invitados a confiar más en Él.
Pero Dios también puede sorprendernos, pidiéndonos una ofrenda y un gran sacrificio. Nuestro amor por Él debe llevarnos al punto de convertirnos y enmendar nuestras vidas, como lo pidió la Santísima Virgen en Fátima. Nuestras súplicas de ayuda no pueden llevarnos a un regreso al mundo "normal" pre-coronavirus gravemente pecaminoso. Debemos desear una cultura y una sociedad que sigan la ley de Dios.
Mientras la crisis del virus se mantiene, las cosas se ven sombrías. Confiemos entonces en las sorpresas de Dios.
Rezo del Rosario en Mainz, Alemania. |
Tomado de Returntoorder.org
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