Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará

 





San Luis Grignion de Monfort, haciendo el apostolado del amor a la Cruz y del rezo del rosario. Vitral de la Iglesia Saint-Honoré d´Eylau, París.

¿Por qué rezar el rosario en público?

Primero que nada para dar testimonio de nuestra Fe y de nuestra fidelidad, ante un mundo desgraciadamente caracterizado por la apostasía.

Cuando rezamos en público pedimos gracias no solo para nosotros sino también para todo el país. Y también cuando rezamos en público, motivamos a los demás a rezar el rosario, porque muchas veces nuestro ejemplo dice muchas más que puras palabras.

En Fátima, la Santísima Virgen vino al mundo para pedirnos oración, penitencia y sacrificios; y esto es una buena forma de hacer lo que nos pidió, sacrificando nuestro tiempo para rezar la oración que Ella nos pidió en frente de todos.


San Luis Grignion de Montfort fue el primero en organizar un rosario público



A inicios del siglo XVIII en la ciudad de Rennes, Francia, una familia llamada D’Orvilles estaba teniendo algunos problemas en su comunidad y fueron a pedirle ayuda a San Luis María Grignion de Montfort, llamado por quienes oían sus prédicas, como «el Padre del rosario grande». Ellos le comentaron que su casa quedaba en la misma calle de la plaza de la ciudad, donde había muchas inmoralidades y se pecaba mucho. Se quejaron de que grupos de jóvenes frecuentaban dicha plaza por la noche para hacer cosas malas, y con el ruido volvían casi imposible que las familias dedicaran las horas nocturnas a la oración y al descanso. Entonces le preguntaron: "¿Reverendo Padre, qué se puede hacer al respecto?" "Hagan un nicho en la pared que queda de frente a la plaza, pongan una imagen de la Virgen y récenle a Ella", dijo el santo. "¿Enfrente de todos?", le preguntaron. Y el santo les dijo: "en público y enfrente de la Virgen".



Una vez que terminaron el nicho, toda la familia D’Orvilles junto con sus servidores y amigos rezaron el rosario frente a la Virgen, públicamente. La señora D’Orvilles guió el rezo, mientras su esposo vigilaba con un látigo, en caso de alguna agresión de parte de los revoltosos. Algunos, incluyendo varios de sus amigos, que por allí pasaban ya sea a pie o en carruajes, les decían que dejaran de rezar y que fueran con ellos a algún otro sitio, a divertirse. Los D’Orvilles sintieron inicialmente un poco de vergüenza. Pero poco a poco, fueron venciendo el respeto humano, y con valor y ufanía mostraban a los transeúntes su rosario indicando lo decididos que estaban para continuar a rezarlo públicamente.


San Luis Grignion de Monfort, el extraordinario apóstol mariano. En las regiones en que difundió su obra, los lugareños lo llamaban "el padre del rosario grande"

Después de un buen tiempo de haberlo rezado todos los días, el rosario público se hizo muy famoso. Era tanta la gente que iba a rezar, que parecía como si fuera alguna ceremonia oficial de la Iglesia o algo por el estilo. Poco a poco, los ruidos, los pecados y las cosas malas que se daban en la plaza fueron desapareciendo. San Luis MaríaGrignion de Monfort recomendó hacer lo mismo en todas las regiones de Francia, marcadas y bendecidas por su apostolado contrarrevolucionario.

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