Iniciativa Apostólica
El Inmaculado Corazón de María triunfará






Imagen de Maria Auxilium Christianorum.
Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. S. Paulo, Brasil


     La idea de auxilio evoca la idea de necesidad. Sólo pide auxilio quien está necesitado; quien no tiene necesidad no precisa de auxilio.

     Sólo es auxiliadora Aquella que tiene como función normal, como misión propria, como trazo característico de su personalidad, el hecho de ser auxiliadora. Para serlo por excelência, Aquella que auxilia a todos de todos los modos, en todas las circunstancias y en todos los lugares, debe tener una riqueza simplemente fabulosa. Ella debe tener una bondad aún más extraordinaria que su propria riqueza. De modo que, sin cansarse nunca de dar, sin cansarse nunca de perdonar, siendo el perdón uno de sus dones tan inmensamente preciosos - hasta se podría decir "tan inmensamente deliciosos" -, y después de haber dado y perdonado mucho, aún tiene para aquél que la ofendió, una sonrisa de piedad cuando él llama y pide misericordia.

     Cuando no se la invoca, Ella auxilia aunque no se le pida. Ella ve la condición miserable de esa u otra alma y pide a Dios Nuestro Señor Jesucristo por aquella alma. Ella va en auxílio del alma que no pide, le da el auxílio que no quiere, y la socorre, a bien decir, por las espaldas, o dándole una gracia cualquiera por la cual el alma se siente tocada de amor, de reverencia y de gratitud. Entonces,  comienza a venerar a Nuestra Señora Auxiliadora y se forma una cierta relación entre auxiliadora y necesitado.


Nuestra Señora siempre nos auxilia y nos invita a pedirle más ayuda


     A partir de entonces, la persona queda comprometida la vida intera, a tener un relacionamiento con la Santísima Virgen, porque Ella auxilia cada vez más, invitando al alma a pedir más, dándole fuerzas para pedir más auxílio. Es una especie de polea que lleva hasta el Cielo.

     Puede suceder que el alma esté abundantemente auxiliada; entonces se da lo contrario. A fuerza de ver tanto auxilio, el alma recibe por medio de Ella la gracia de comprender el valor, la utilidad, la importancia y la bondad áurea de ese auxilio; y cuanto más ella recibe, ella comprende más; cuanto más ella comprende, ella quiere más; cuanto más ella quiere, ella pide más; y cuanto más ella pide, tanto más la persona recibe lo que pidió. Es la polea, con la que Nuestra Señora, con una cuerda misteriosa, va jalando hacia el Cielo a la persona, siempre que ésta simplemente quiera agarrarse de dicha cuerda.


Basílica de María Auxiliadora, en Torino, construída por San Juan Bosco a partir de 1860


     Por tanto, el título de María Auxilio de los Cristianos, es un incentivo para que pidamos, porque comprendemos que lo propio de Ella es auxiliar. Si necesitamos un auxilio y encontramos a la Auxiliadora de los Cristianos, entonces estamos seguros de ser atendidos, porque el necesitado encuentra su alivio junto a la auxiliadora. Si consideramos que la auxiliadora es Madre, tendremos la certeza de ser atendidos. 

     Una oración como el «Acordaos» nos puede ser sumamente útil. Al rezar esa oración podemos decir: «Acordaos que nunca se oyó decir que Vos abandonásteis a ningún pecador. Ahora bien, yo soy un pecador. ¿Será que Vos iréis a interrumpir dos mil años de gloriosa asistencia a los necesitados y a abrir una excepción conmigo? Yo no creo». Es una linda expresión: «Acordaos».

     Pero también, siempre que necesitemos de Ella, podemos pedir su auxilio con uno de los títulos más lindos, contenido en las Letanías Lauretanas: "Auxilium Christianorum, ora pro nobis" - "Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros" -. Ella nos dará su auxílio. Por tanto, nunca desesperemos ni nos sintamos desamparados, Ella arregla todo.

     Este “Auxilio de los Cristianos” no tiene en vista únicamente las necesidades de esta vida, sino también y muy principalmente, las necesidades de la vida eterna.


La Santísima Virgen salva a un pecador

     Leí una vez en un libro de vida espiritual algo muy bonito respecto al auxilio de la Santísima Virgen:

     Una señora – si no me engaño era de la nobleza de París – poseía una casa muy bien arreglada, en cuya sala de visitas había un cuadro con una bonita moldura y un almohadón de terciopelo con una medallita muy común, que estaba rota. Uno u otro visitante que aparecía allá, a veces preguntaba qué era ese objeto sin ningún valor artístico, hasta dañado, en medio de aquella sala tan fastuosa y de tan buen gusto. Y la señora contaba lo siguiente:

     «A esa medallita le debo la vida y la conversión de mi hijo. Él era ateo, estaba saliendo de un lugar de perdición – o bebiendo, o haciendo algo malo; en fin, se encontraba en estado de pecado – y hubo un crimen en la calle; el proyectil se desvió y lo golpeó en el pecho, chocándose contra esa medallita».

     «El proyectil está guardado junto a la medalla. La torció y la dañó, pero milagrosamente no mató a mi hijo. Él tuvo un tal golpe, que se convirtió. Y ese gran milagro bien merece que yo tenga esos objetos aquí expuestos».

     Vemos ahí por tanto la bondad de Nuestra Señora por alguien que, si hubiese muerto de un disparo, se hubiese ido al infierno, pues estaba ofendiéndola en ese momento. Ella le hizo un milagro espléndido.


Cuadro de María, Auxilio de losCristianos, pintado por TomásLorenzonea pedido de S. Juan Bosco.
Basílica de María Auxiliadora, Torino



Nuestra Señora Auxiliadora: una bondad que jamás se cansa de dar y de perdonar


     Si ese hombre, en su agonía y en pecado mortal, supo decir: "Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros" y supo decir también: "Madre mía, perdóname, ten pena de mí, auxiliame, ayúdame", él habrá obtenido una gracia en la última hora. Y en ese instante, quizás Nuestra Señora pudo haberle dicho: "¡Hijo mío, yo te salvaré!", concediéndole una de esas gracias fulminantes que hizo que San Pablo se convierta en el camino a Damasco.

     De ese modo, un precito o un futuro precito, puede transformarse en un alma de luz que va al purgatorio. Tendrá en ese sitio, mayor o menor tiempo, pero cuando las llamas purificadoras lo hagan sufrir mucho por la penitencia que cumple, desde el purgatorio dirá: "Auxilium Christianorum, ora pro me". 


Aquellos que negaron el auxílio de Nuestra Señora obtuvieron lo que eligieron...


     En el Cielo, inundado de felicidad, inundado de gloria, de santidad, de toda especie de perfecciones, está Dios Nuestro Señor, y debajo de Él todos los Angeles buenos – los malos están en otro lugar –, todos los Santos, todos aquellos que al menos en su última hora dijeron con un espíritu de contricción sincero: "Auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros", siendo por Ella escuchados. 

     Del otro lado, en el infierno, aquellos que rechazaron su auxilio, que desconocieron el “Auxilium Christianorum” y que dijeron: "Yo no quiero tu auxilio, no lo necesito, me basta conmigo mismo, no simpatizo contigo y no quiero el Cielo, prefiero el infierno".

     Obtuvieron lo que eligieron, están en el infierno, y por toda la eternidad. Y la Iglesia nos enseña que el alma que está en el infierno no puede recibir ninguna gracia de Dios, pues entre Él  y el condenado hay un paredón impenetrable, que nadie lo atraviesa jamás, y que Dios no quiere, no permite, ni permitirá jamás que sea atravesado. 

     Vemos entonces los premios magníficos para quienes dijeron “Auxilio de los Cristianos”, y el destino horrible para quienes no lo quisieron decir.


Auxilio que duró toda una vida


Imagen de María Auxiliadora
que perteneció a Plinio Correa de Oliveira. 


     En algún momento de mi niñez, llegué a encontrarme en medio de alguna dificultad. Un día, estando en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (en Sao Paulo), acudí a la imagen de María Auxiliadora que en ella se venera. Mientras rezaba una Salve, la miré fijamente, casi por casualidad, y tuve la impresión de que, sin que acontezca algún milagro, la imagen me miraba, y sin ningún milagro de por medio, me decía: "Hijo, a pesar de todo, Yo te quiero mucho. A pesar de todo, pide mi ayuda que Yo te la daré". Así comenzó mi vida, que la Providência Divina alargó hasta hoy.


Todo huele a muerte, todo da a entender que el organismo terrestre está en descomposición 


     Las circunstancias presentes nos indican que vivimos buena parte de los acontecimientos previstos en Fátima, La Salette, Akita y Quito. 

     En el desvarío del mundo caótico de hoy, en el que los pecados se multiplican fabulosamente en cantidad, gravedad, horror y malícia, y en el que sentimos cada vez más, que el gran triunfo de la Iglesia y de la Civilización Cristiana después de esta crisis, está llegando, percibimos que hay um olor a muerte en medio del caos por toda parte. Vemos en una u otra noticia, que en todo hay olor a muerte; que todo da a entender que algo se está descomponiendo en toda la tierra, y que una especie de lepra mortal se ha esparcido por todo el globo terrestre.

     Hace poco oímos hablar de una enfermedad llamada ébola, originada en Africa y que fulmina a la persona no recuerdo bien en cuanto tiempo – parece que en uno, dos o tres días la persona muere –, y entre las cosas espantosas que pueden sucederle al contagiado antes de morir, es que se le caigan los ojos de la cara. 

     En este trânsito, ¿cuántos dolores nos toca sufrir? Sin embargo, siempre que tengamos confianza en decir “Auxilium Christianorum”, y que nos sujetemos a la cuerda que Ella siempre nos ofrece, tendremos la certeza de que Nuestra Señora nos llevará hacia lo alto.

     Que María Auxiliadora nos prepare, para que, cuando recibamos el llamado para la otra vida, sea en momentos en que nuestras almas más la complazcan, y Ella tenga así, la ocasión de ser más especialmente nuestro auxilio en la hora suprema. En la hora en que estemos por ser juzgados, que en un minuto nos conceda todo aquello que hayamos rechazado en la vida, para así poder alcanzar nuestro ideal: llegar a ser en la hora en que comparezcamos ante su presencia, todo aquello que Ella quiso que seamos cuando fuimos creados.


La Santísima Virgen auxilia a los cristianos en la Batalla de Lepanto. Paolo Veronese.


Extraído de conferencias de Plinio Correa de Oliveira para jóvenes catolicos, en S. Paulo, Brasil 

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