Este mes conmemoramos al primer santo ecuatoriano, fallecido en 1910. De la Congregación de los Hermanos de La Salle, fue confesor, teólogo, filósofo, filólogo, literato, poeta y gran educador.
Solicitados por el gran presidente católico Gabriel García Moreno, en 1863 llegaron al Ecuador los Hermanos de las Escuelas Cristianas, o de La Salle. Este intrépido líder, asesinado por la masonería poco después de consagrar su país al Sagrado Corazón de Jesús, introdujo en el Ecuador varias congregaciones religiosas para educar a jóvenes de ambos sexos.
Fundados por San Juan Bautista de La Salle —reformador y padre de la pedagogía moderna, que pretendía dar una educación católica a la juventud masculina cultivando el espíritu de fe, piedad, mortificación y obediencia— los diez primeros miembros de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se establecieron en las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca.
Sufrimiento desde la cuna
Francisco Luís Febres-Cordero y Muñoz, o Panchito, nació en 1854 —el mismo año de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción— en Cuenca, en el seno de una familia noble de fuerte tradición católica. Su abuelo era un general del ejército, venerado como un héroe nacional, y su padre, Francisco María Febres-Cordero y Montoya, era profesor universitario que enseñaba francés e inglés en el seminario de la ciudad. La madre, Ana de Jesús Muñoz y Cárdenas, era una católica devota dedicada activamente a las obras de caridad.
Panchito conoció el sufrimiento desde pequeño, pues nació con las piernas deformes, dando sus primeros pasos recién a los cinco años, gracias a un hecho sobrenatural: la aparición de Nuestra Señora del Manto Azul, en el rosal del jardín de su casa. Años después, a la edad de ocho años se salvó milagrosamente de ser envestido por un toro salvaje.
Doña Ana se ocupó de la educación religiosa de su hijo hasta su muerte, cuando él tenía sólo nueve años. Su esposo luego se casó con Eloísa Santillán, quien trató a Panchito como un hijo y le dio un medio hermano llamado Benjamín.
En 1863 Panchito fue uno de los primeros alumnos del colegio de los Hermanos La Salle de la ciudad. Muy dotado, fue elegido para dar el discurso de bienvenida al presidente Gabriel García Moreno, cuando visitó la escuela.
En contacto con los religiosos, el niño comenzó a sentir la atracción por el servicio de Dios. Admirado por la vocación de sus maestros, quiso ser uno de ellos. Pero su padre, aunque buen católico, no quiso saber de esto, pues deseaba para su hijo una posición más honrosa, acorde con la alta posición de la familia. Incluso toleraría que se hiciera sacerdote, porque podría hacer carrera al servicio de la Iglesia, llegando incluso a obispo, pero no un simple hermano, sin más futuro que el de un mero maestro.
Lo matriculó entonces en el seminario diocesano, pero no se adaptó a esa vida, enfermó y tuvo que regresar a casa. A medida que su salud continuaba deteriorándose, su padre accedió a que regresara a la escuela Lasallana.
Hermano Lasallano a los 14 años
Como Panchito no abandonó la idea de hacerse religioso, persistiendo en querer ingresar al Instituto, finalmente su padre, muy a regañadientes, le dio permiso.
Es así como, con tan solo 14 años, Francisco ingresó al Instituto de La Salle en 1868, siendo el primer ecuatoriano en hacerlo. Hay que decir que la relación con su padre desde entonces fue bastante tensa. Pero se reconciliaron antes de que éste muriera en 1882.
Francisco recibió el hábito religioso en vísperas de la fiesta de la Anunciación, tomando el nombre de Miguel. Como no tuvo noviciado en Cuenca, inició su vida religiosa en la comunidad del colegio de esa ciudad.
El hermano Miguel fue un prodigio del saber, enseñando en Quito desde los 15 años, lo cual hizo durante más de tres décadas, desde 1869 hasta 1901. Como educador, pronto se destacó por su amabilidad y entrega. Según la tradición del colegio, fue incomparable como gramático y filólogo, pero sin falsa erudición. Celoso catequista, se hizo niño entre los niños que preparaba para la Primera Comunión.
Gobierno adopta sus libros de texto
El hermano Miguel era un escritor nato. Compuso su primer libro a los 20 años, al que le siguieron otros de gramáticas, manuales de geografía, historia, religión y literatura, para uso escolar. Incluso escribió un manual para la enseñanza del español. Se destacó como poeta, cantando las glorias de María Santísima. El gobierno ecuatoriano adoptó algunos de sus textos, los cuales comenzaron a circular en las escuelas del país. También investigó y escribió libros sobre literatura y lingüística, lo que le valió ser nombrado por unanimidad miembro de la Academia Ecuatoriana de Letras en 1892, seguida de las Academias de España, Francia y Venezuela. Dirigió retiros religiosos y fue director de la casa de su Congregación de 1901 a 1904.
En 1888, el hermano Miguel fue elegido para asistir en Roma a la beatificación de san Juan Bautista de La Salle, fundador de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Luego tuvo la oportunidad de adorar con emoción las innumerables reliquias de la Ciudad Santa y del Santuario de Nuestra Señora de Loreto.
Maestro de novicios
De regreso en Ecuador, continuó su labor como profesor de español y literatura. Luego se convirtió en maestro de novicios de 1896 a 1905, cargo en el que educó prudentemente a los jóvenes que se unieron a la Congregación en el ambiente político tumultuoso de los regímenes cambiantes del país. También fue elegido director del colegio Sagrada Familia, pero pronto dejó el cargo por no ser un gran administrador.
Sin embargo, su talento en la formación de los hermanos menores y en el trabajo académico llamó la atención de los responsables del Instituto en Roma, por lo que fue enviado a Europa en 1905 para que pudiera traducir textos del francés al español para uso del Instituto.
El hermano Miguel llegó a Francia en un momento de gran agitación civil y persecución religiosa. En marzo de 1907 fue destinado a París, y en julio del mismo año a la Casa Madre en Lembecq-lez-Hal, cerca de Bruselas, Bélgica.
La iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en Barcelona, después de la "Semana trágica", de 1909. |
“La Semana trágica”
En 1908, debido a que su salud estaba debilitada por una persistente neumonía, fue trasladado a una escuela cerca de Barcelona, España. Todavía estaba en esa ciudad cuando, en el verano de 1909, se produjo una semana de convulsión social conocida como “la Semana trágica”.
Con este nombre se designan los sangrientos hechos que tuvieron lugar en Barcelona y otras ciudades de Cataluña del 26 de julio al 2 de agosto de 1909, con el enfrentamiento entre el ejército y la clase obrera apoyada por anarquistas, socialistas y republicanos. Miles de personas fueron detenidas, procesadas o exiliadas, cincuenta y nueve condenadas a cadena perpetua y cinco ejecutadas.
Durante esa semana, se quemaron iglesias y se persiguió a los sacerdotes en todas las ciudades. A pesar de ello, la casa de los Hermanos se conservó milagrosamente, lo que muchos atribuyen a la imagen de la Santísima Virgen colocada por el Hermano Miguel en una ventana del edificio. Los Hermanos pudieron entonces regresar sanos y salvos a la ciudad. Sin embargo, el incidente afectó en gran medida la salud ya deteriorada del futuro santo.
Reliquias del santo |
Fallecimiento y glorificación
El hermano Miguel continuó trabajando concienzudamente y con espíritu sobrenatural mientras su salud se lo permitió. Cada vez más debilitado, se desvaneció, muriendo el 9 de febrero, durante el crudo invierno de 1910, en la ciudad de Del Estragar, donde fue enterrado.
Cuando la noticia llegó a los católicos de Ecuador, lamentaron profundamente la pérdida de su amado héroe.
En 1937, debido a las desacralizaciones, persecuciones y martirios de sacerdotes católicos y laicos, perpetrados por los comunistas durante la feroz Guerra Civil Española, su cuerpo incorrupto fue devuelto a su país natal, siendo recibido con los honores de héroe nacional.
Amado como modelo religioso y santo, fue enterrado en Quito, la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida y donde su tumba se convirtió en un popular lugar de peregrinación.
Su reputación de santidad lo acompañó durante toda su vida, aumentando después de su muerte. Fue declarado Venerable por Pablo VI, quien también lo beatificó el 30 de octubre de 1977.
Casi una década después, el 21 de octubre de 1984, Juan Pablo II finalmente lo canonizó como el primer santo ecuatoriano. Su sobrino nieto, el entonces presidente de Ecuador, León Febres Cordero, estuvo presente en la canonización de su ilustre tío.
Artículo original de Plinio María Solimeo, traducido por este blog.
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